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Aquellos muebles, desfondados y cojos, me parecieron un poco epigramáticos en medio del vasto Museo de Artillería. Se me figuraba que por su cojera remedaban al gobierno español.

Por decir podremos, de la hembra Mudanza cojerá quien amor siembra. Fiad de la muger, por vida mia, Vereis cuan mal acude la fianza. Si acaso es principal y de valia, Contino está pensando en su mudanza: Siendo de baja suerte, noche y dia. Pues ¿quien tendía en muger ya confianza, Sabiendo que en su pecho está estampada Y al vivo la mudanza retratada?

«Con el aceite del arbusto Tagnan-tagnan misturado con polvos de pimienta, se cura la cojera que proviene de tumores. «La hernia ó sea la potra también se cura con la fruta de papaya asando esta, y cuando esté bien caliente se aplica hasta que se enfrie.

Queme la carta.» E... e... esta Victorina, ¡esta Victorina! había tartamudeado don Tiburcio; e... e... es capaz de hacerme afusilar. El P. Florentino no le pudo detener: en vano le hizo observar que la palabra cojera querrá decir cogerá; que el español escondido no debe ser don Tiburcio sino el joyero Simoun, que hace dos días había llegado, herido y como fugitivo, pidiendo hospitalidad.

Si por un prodigio del cielo era Byron aquel hombre, había vuelto sin dudas al mundo dejándose en Nottingham su genio y su cojera, y trayéndose tan sólo la hermosura de sus veinticinco años y los vicios de toda su vida.

Entre tanto, nada se había hablado todavía de la cojera de don Adrián, que se le notaba, no solamente al moverse, sino en llevar calzado con una chinela el pie de que claudicaba algo, y el otro con la bota de todos los días.

La paz, el orden, el silencio, la quietud se ampararon de todo el ámbito de la vivienda, y bien pronto no hubo en ella un individuo que no durmiese, a excepción de aquel buen señor de la cojera, el cual, despierto en su lecho, daba vueltas a una idea como si la devanase, sacándola del enredado pensamiento al corriente ovillo del discurso.

Yo le digo que eso de la cojera lo ha inventado él para llamar la atención. Tan cojo es, como usted y como yo. ¡Si usted me lo hiciera bueno! profirió Sanjurjo, sonriendo con resignación. Aquel toque de broma, les puso alegres. Don Víctor contaba las proezas de su compañero en diversas ocasiones.

La monja que más empeñadamente abogaba porque se las dejase zarandearse un ratito era Sor Marcela, que por su cojera y su facha parecía incapaz de apreciar el sentimiento estético de la danza.

te fías del refrán «mujer, llora y vencerás». No, morena; hay otro que dice «en cojera de perro y lágrimas de mujer, no hay que creer». Guarda tus lágrimas para el teatro, que aquí no estamos representando comedias. Mira lo que haces: si juegas falso, peligra la vida de un hombre. Conque, cuenta con lo que haces. Mi amor no es cosa de recetas ni de décimas.