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Cuando los molineros y los deshollinadores quieren ser buenos, sucede siempre una desgracia; dice Juan bromeando con expresión cohibida. Y pretende sacar a la joven el cepillo de las manos. Por favor, déjeme usted dice ella defendiéndose y ocultando vivamente el cepillo debajo del delantal. Martín golpea en el banco con el puño. ¿Déjeme usted?... ¡Cómo! ¿No os tuteáis todavía?

Juan se siente completamente desarmado frente a la joven y lo único que puede hacer es sonreír con expresión cohibida, diciendo: ¿Yo... incomodado? ¿Por qué? ¡Me parecía! Y alzando el dedo con ademán de amenaza, la joven agrega: ¡Oh! ¡Tendría que ver!... Después, con la barbilla hundida en el cuello, deja oír una leve risa. Es usted muy graciosa dice el militar un poco más sereno.

Cada día se sumergía más y más en esa llamada vida literaria que consiste en maldecir de sus compañeros y vivir constantemente preocupado de lo que hacen. Cuando llegó a casa venía de un humor extremadamente sombrío. Clara, que iba a comunicarle la visita que había tenido, se sintió tan cohibida, tan paralizada al ver su rostro contraído que no se atrevió a hacerlo.

Estos tigrecitos buscan, no niñas interesantes, sino estancias y mucha plata. Inés permanecía silenciosa y cohibida entre aquella colección de mentecatos y tilingos.

Esa conversación mantenida en la penumbra, les iba acercando familiarmente y revestía de una mayor confianza y de una más completa intimidad su diálogo. La señora Liénard no parecía en lo más mínimo cohibida por la gravedad de su interlocutor y aun se extrañaba de encontrarse hablando tan llanamente con ese parisiense a quien desde tan pocas horas antes conocía.

Pero alguien que estaba de espaldas parecía dominarlos con sus órdenes murmurantes, y le obedecieron al fin, bajando sus ojos para seguir en una actitud cohibida. Ulises se cansó pronto de este silencio. Empezaba á encontrar algo ridícula su actitud de domador. No sabía á quién dirigirse en un local donde todos rehuían sus miradas y su contacto.

Una persona de cuyo nombre no querían acordarse, Refugio Sánchez Emperador, presentose en la casa, cuando menos la esperaban. Venía muy cohibida, por lo cual creyó Rosalía que disimulaba su desparpajo para poder alternar, siquiera un momento, con personas decentes. Bien pronto dijo el motivo de su visita.

Hizole una profunda reverencia. La situación era tan extraña, que Clementina, a pesar de su orgullo, su experiencia, su desenfado, y hasta bien puede decirse su desgarro, se encontró repentinamente cohibida. Tuvo necesidad de hacer un esfuerzo para adquirir brío. Aquí me tiene usted le dijo en tono agrio que resultó inoportuno y descortés.

Durante aquellos dos días, hallábase la joven muy cohibida delante de la que iba a ser su tía, porque esta no bajaba del trípode ni cesaba en sus correcciones; y rara vez abría la boca Fortunata sin que la otra dejara de advertirle algo, ya referente a la pronunciación, ya a la manera de conducirse, mostrándose siempre autoritaria, aunque con estudiada suavidad. «En los conventos decía , se corrigen muchos defectos; pero también se adquieren modales encogidos.

Hay mucho cuidado para que no se entere de nada. Y eso que ahora, si viera usted, ha recobrado la razón; parece que está juiciosísimo; habla de todo con tino, y no hace ningún disparate». Fortunata estaba algo cohibida, pues a pesar de la convicción de que hacía gala con respecto a ciertas legitimidades, le daba vergüenza de no poder disimular ya su estado ante un amigo de la familia de Rubín.