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Dos horas fuimos hablando, y en ellas me contó Ninay, con una encantadora naturalidad, una verdadera serie de superfluidades para , pero que constituían para ella un mundo. Me habló de su cocal, de la saya que tenía preparada para el baile, de la peineta de su amiga Chichay, del imbay del Moro y del Rosillo, y por último de su novio.

El misterioso cocal, siempre cuidado y atendido, la correcta escultura escondida tras los muros del modesto santuario, el antiguo bastón de mando á los pies de la imagen, el laconismo de la jeroglífica cifra, y más que todo, aquel 8 de Enero de 1720, en cuya fecha seguramente se compendiaba alguna ofrenda conmemorativa de pasados sucesos, embargaban fuertemente todo mi ser.

En efecto me contestó mi amigo, no encontrarás en toda la provincia un cocal como este; observa su cerca, su tierra, su labor, sus árboles y verás que ni falta una piedra, ni crece una grama, ni fructifica una parásita, y, cosa rara, este cocal no tiene dueño, es de todos y de nadie, no hay vecino del pueblo que no lo atienda, que no lo cuide, que no lo mejore, y, sin embargo, su dueño no es de este mundo.

Después de la anterior manifestación de mi amigo, continuamos el paseo sin hablar más acerca de la ermita y el cocal de las Angustias. Volvimos al pueblo, y al día siguiente muy de madrugada me encaminé á la ermita, encontrando en ella á un matrimonio indio que la cuidaba. Abre dije en tagalo á la mujer que se había adelantado á mi llegada.

Está abrigado de todos vientos, excepto de los del tercer cuadrante; la sonda en el fondeadero es de 18 metros, arena y conchuela. La parte N. de la isla Ibus despide arrecifes de piedra que salen 2 cables para fuera. La población mora se halla diseminada bajo el cocal que hay en la orilla derecha del río. Su Datto mantiene frecuentes comunicaciones con la gente de Lanao.

Solo la iglesia conserva en sus archivos una partida de defunción; la campana un triste eco en la noche de todas las ánimas; la tierra un poco más de lodo, y el enterrador unos trozos de leña, restos de los descarnados brazos de una tosca cruz que carcomió y desunió la inclemencia del tiempo. Paseo á caballo. El cocal de las Angustias. La ermita. La esquila del santuario.

Hermoso cocal es ese dije á mi buen amigo A... con quien paseaba á caballo una tarde por el pintoresco y agreste camino que conduce al pueblo de Lucban.

No conozco la leyenda, solo que el producto del cocal se emplea en beneficio de la ermita, y que de cuando en cuando se extrae cantidad bastante de aceite para que una lámpara continuamente alumbre á la sublime madre del dolor. ¿Y nada más sabes? repliqué con creciente impaciencia.

Estamos en el cocal de las Angustias y su propietaria es la imagen que se venera en la ermita de aquel nombre. ¡El cocal de las Angustias! Ese título dije, seguramente debe encerrar un misterio sintetizando alguna histórica leyenda del país.