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Allá en su fuero interno, durante largas noches de insomnio y hasta de vergonzantes lágrimas, ¡cuánto había meditado Laura sobre Coca... y don Mariano! El hecho era que don Mariano no se había fijado en ella, sino en su hermanita, y que ésta creía ahora corresponderle... Al principio, pareciole absurdo a Laura el casamiento de Coca y el estanciero.

Con la gravedad del caso, dijo a Coca su amor y su deseo de hacerla su esposa... Como lo conviniera con su hermana, Coca le contestó, muy conmovida, que aun no se conocían bien, ni estaba segura de su cariño.

Y si el primer día de conocer a Pérez, Coca, «la blanca palomita del monte», hizo a su vez un primero y amargo descubrimiento, el segundo día hizo un segundo y no menos amargo... Habiendo descubierto ya que no amaba a Vázquez como novio, descubrió que podía muy bien amar así a Pérez... ¡Y al tercer día descubrió que ya lo amaba!

Visito a Adolfo; siempre fui su amigo... No veo nada de particular en ello... Y, por otra parte, las señoritas de Itualde son dos: ¡Con las dos no he de casarme!... Al principio explicó el juez de paz se creyó que usted pretendía a la mayor, a Laura. Después hemos sabido que es a la Coca... ¿Cómo han podido saber tal cosa?

Sea como sea afirmó esa locuela de Coca es un hombre, y hay que emplear con él los recursos que sirven para con todos... ¿De dónde tan enterada?... Es que tengo dos orejas que oyen bien y dos ojos que no ven mal. Tu cabeza es la que piensa mal, tu cabeza de chorlito... Coca se picó y repuso prontamente: Hagamos entonces una apuesta.

Al escuchar esta respuesta, tuvo Coca por primera vez en su vida la impresión de que Laura, esa buena y cariñosa Laura, pudiera ser algo como una persona distinta e independiente de ella; un ser con ideas y sentimientos personales diferentes de las ideas y sentimientos de la hermana a la cual parecía siempre identificarse... Pero, con el egoísmo de la inocencia, pronto desechó esta vaga y obscura intuición, sin buscarle causa, para festejar alegremente el consentimiento de Laura, a quien no dejó dormir en toda la noche con la cháchara de sus proyectos...

"Vos os habéis dicho en puridad: 'Más valen coces de monje que halagos de escudero'; mas pronto vos veré como la pimienta negra, rugada, tostada y en pos molida. Si os ofendéis de mis razones, sabed que a quien me hace mal con la boca, le muerdo con la cola; y que habló la boca por do pagó la coca.

Sin apurarse, poco a poco, se insinuaría él en el ánimo de la agraciada niña. Para escapar a las indiscretas miradas de los tandilenses, el mismo capitán Pérez le serviría de pantalla... Porque, mientras don Mariano continuaba callado y pacientemente su obra de ganarse la voluntad de Coca, corrían en el pueblo innumerables anécdotas e historietas acerca del oficial.

¡Qué mala idea! ¡Cómo se ve que no conoces a los hombres! Y , ¿los conoces acaso?... Por lo menos que deben ser tratados enérgicamente para que se les venza y domine... ¡Con ojitos tiernos, con palabras dulces, poco ha de hacerse!... Laura miró sorprendida a su hermana, diciéndole irónicamente: Habrá que tratarlos a rebencazos... Encogiose de hombros Coca y rectificó: ¡Tonta!

Un recuerdo del corso de las flores, en la última temporada que pasamos en Buenos-Aires... aclaró Coca, afectando cortedad. ¿Regalo de quién?... ¡Oh, no suponga usted nada!... De un buen amigo y compañero de armas de mi hermano Ignacio... el capitán Pérez...