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«Es extraño que no hablaran antes de tal capitán Pérez», pensó un momento Adolfo, sin dar al militar mayor importancia... Por el contrario, Vázquez parecía darle importancia... Y nunca se olvidaba de colocar a su respecto alguna palabrita, que Coca escuchaba simulando una displicencia afectada... El personaje imaginario llegó así a ser familiar en la casa.

Don Mariano asintió, inclinándose con galantería y sonrojándose levemente: Mil gracias por considerarme un amigo, aunque un poco paternal... ¡Pues «Coca» llamaré mientras viva a la más bonita niña que he conocido! Al oírle, Coca le amenazó graciosamente con su abanico chinesco...

Y desempeñando su papel, por seguir la broma, Laura ofreció más dulce a Vázquez... Luego le convidó con un licor de su cosecha... y dejó que admirara su habilidad esta vez verdadera en el arreglo de la casa... A su vez, Coca no olvidó un momento de hacerse la coquetuela, melindrosa y casquivana.

Para las navegaciones largas á Berbería y Oriente estaban los guarapos, xalandros, buscios, nizardos, bajeles y cocas. La cabida de estos buques se marcaba por salmas, botas y cántaros, que equivalían á las modernas toneladas. La coca era el navío de línea para los grandes combates y los cargamentos importantes.

La novedad del día, saliendo del Club Social, cayó como una bomba entre la «selecta y numerosa concurrencia». Los admiradores y cortejantes de Coca recibieron general rechifla... Entre ellos sobresalían dos periodistas: Publio Esperoni, secretario de redacción de La Mañana, y Jacinto Luque, cronista de El Correo de las Niñas.

Preparan asimismo el tabaco y la coca, y todos estos productos vienen á servirles para operar sus trueques, á falta del dinero amonedado, que aun no ha entrado allí en circulacion. Se ocupan igualmente los moradores de Santa-Cruz en la cria del ganado vacuno, lo que se consigue con muchísimo provecho sobre las colinas.

Por su parte, Coca hizo, al tratarlo, el más amargo de los descubrimientos... Descubrió que su sincero cariño a Vázquez no era verdaderamente amor... ¿Cómo pudo descubrir tal cosa? ¡He ahí un punto negro que ella no pudo resolver por más que, nerviosa y desvelada, pensara en él la noche entera! Y esta vez no se atrevió a consultar con Laura, que dormía el sueño de los justos...

Ella se arreglaría con él, sin descubrir aún su broma... Y Adolfo, encarando la cuestión por el lado práctico, opinó que convenía evitar el encuentro de Coca y el capitán.

Coca, imperturbable, señaló: El tercero a la izquierda de Ignacio... Ese que tiene la mano puesta en la cintura. El «que tenía la mano puesta en la cintura» era uno de tantos, sin señas particulares, de bigote y de uniforme como los demás... Está bastante parecido observó Laura, dando un pellizco en el brazo a su traviesa hermanita. Regular... contestó ésta. Es más buen mozo.

Y así como una ave se resguarda en el caliente nido cuando estalla la tormenta, ella no tenía otro refugio que la inagotable ternura de su hermana. Adolfo y Laura propusieron a Coca un viaje a Buenos-Aires, para escapar del infierno de las habladurías tandilenses, de los artículos y de los duelos, de las felicitaciones y los anónimos.