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Alrededor de ellos, la tierra sin vegetación ha desaparecido bajo una espesa capa de agujas color de hierro oxidado mientras que no lejos de allí, un alegre alerce color verde claro, levanta su cima, hermosamente adornada por clemátides, sobre un grupo de arbustos y plantas.

Desde aquel sitio, se veía sin ser visto, á todo el que pasara, á menos de poner un poco de su parte, con buena voluntad, é inclinarse como para coger las clemátides que tapizaban el muro y pendían hacia fuera. Pero Herminia no pensaba inclinarse, sino ver, y esto era ya en ella muy extraordinario.

Las espesas arboledas de la cima, los interminables balaustres blancos con arcos de clemátides color de vino, parecían chorrear una vida inferior florida y verde por estos desgarrones de las murallas, enviándola al mar. Cuando vea esto desde abajo, en una barca, lo apreciará usted mejor.

Grupos de saponáceas y otras plantas salvajes, crecen como en jarrones de adorno en las anfractuosidades de los puntos dominados por las cascadas, mientras que las zarzas y clemátides, desplegadas como cortinajes, descansan sus guirnaldas sobre los salientes de la piedra y velan los distintos despeñaderos de la caída.

Al Norte, el Océano golpea sus muros; al Sud, lagunas impracticables; al Oeste, rocas cortadas a pico; pero al Este... ¡ah! al Este, una bella pradera verde, atravesada por un riachuelo que serpentea y brilla al sol como una larga cinta plateada; y luego, las violetas y las clemátides que perfuman sus bordes, las palmeras de largas flechas y los almendros que dan sombra.

Penetré allí hacia media noche por una ventana un poco alta y de un acceso bastante difícil a cuyo alrededor había, lo recuerdo, algunos bejucos y jazmines y clemátides que esparcían por la noche un olor exquisito, no si fue aquel olor un poco capitoso, o la impresión nueva para de aquella habitación personal... pero debo confesaros que aquella noche estaba menos resignado que nunca a los, escrúpulos inhumanos que se me oponían... Aquélla fue una escena dolorosa que no recuerdo sin avergonzarme...

Por encima de las aguas casi invisibles del riachuelo, entrelazaban su tupido ramaje las clemátides y madreselvas silvestres y se hacía tan espeso en aquel sitio el bosque de hayas y otros árboles, que reinaba allí una oscuridad verdaderamente crepuscular.