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Claro ejemplo de esto nos presta la indicada por su título al frente de este articulito. Don Pío Baroja, sin querer acaso, pensando en muchos libros extranjeros que sin duda ha leído, se ha puesto a escribir y ha escrito las aventuras de Silvestre Paradox, y ha renovado, como puede ser renovada en nuestros días, con diversos trajes, usos, costumbres y aficiones, nuestra antigua novela picaresca.

Cuando por aquellas galerías conseguía deslizarse con furtivo atrevimiento algún novio agridulce, algún pollanco pretendiente, de bastoncito, corbata de color, hongo claro, y tal vez pitillo en boquilla de ámbar... ¡ay Dios mío!, ¿quién podría contar las risas, los escondites, las sosadas, el juego inocente, la tontería deliciosa de aquellas frescas almas que acababan de abrir sus corolas al sol de la vida?

No era lo peor esto, sino que la niña, tan apagada de genio, tan tímida y silenciosa ordinariamente, sólo con él era atrevida y desenfadada, autorizándose bromitas más o menos inocentes, respuestas y gestos bruscos que mostraban bien claro que no le tomaba en serio.

¡Probado!... ¡Si está más claro que la luz del mediodía! No se trata ya del pleito de filiación, ni Ese es el camino. Eso es cosa juzgada. Empéñese usted en seguirlo adelante, y consumirá su vida, su dinero y su salud inútilmente». Isidora sudaba.

Porque á los ojos de la filosofía, el fenómeno de sentir consiste en resultar en el alma una afeccion determinada por una impresion orgánica; y claro es que existiendo esta afeccion sea del órden que fuere, y sea cual fuere tambien el órgano afectado, el fenómeno animal es en substancia el mismo.

Otras veces, el hielo, claro y homogéneo en toda su masa, parece un solo cristal. Se ignora la profundidad del pozo. Las tinieblas y un reborde del hielo no dejan llegar á la mirada hasta las rocas del fondo. Únicamente se oyen ruidos misteriosos que se elevan desde el abismo: agua que gotea, una piedra que cae, un pedazo de hielo que se hiende y se desploma.

¿Y estos palitroques? pregunto, señalando unas varas que veo sobre un baúl. Para el golf. En Mar del Plata hay que ir todos los días al golf. Me han hecho cuatro trajes para este deporte. ¿Irás también al Club? No; sólo pienso ir al «Ocean»... Y, claro, al Brístol. Ya mi administrador ha escrito a don Pedro Mugaburu para que me reserve un departamento en el anexo, frente al mar.

He ido a Milly para esconder un poco de trigo por lo que pueda ocurrir, que me parece será de importancia. ¡El año que hoy acaba, ha parecido un sueño sangriento de Bonaparte! ¡Qué será, Dios mío, el que empieza mañana! Tengo esperanza de que caerá... Estos puntos suspensivos indican bien claro su deseo de la caída de Bonaparte y de la vuelta de los Borbones, los reyes queridos de su niñez.

¡Claro está! un padre por más que se esfuerce no puede conseguir inculcar a sus hijos ciertas reglas de urbanidad, so pena de no perderlos de vista un solo instante.

De este matrimonio, nació Eliseo Böhl, a quien debemos las mejores y más bellas pinturas de las costumbres de Andalucía, novelista sin igual y de fama tan grande como merecida dentro y fuera de España. Luego que la nube de guacamayos, cananeos y demás tropa voluntaria descargó el nublado de sus adulaciones y cortesías, doña Flora, aprovechando un claro de la conversación, me dijo: ¡Muy bien, Sr.