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Cuando rompió á hablar, lo primero que hizo fué preguntar por doña Paulita, y también por Clara, empleando algunas discretas reticencias. Después dijo: Pues yo venía á decir á ustedes si quieren honrar con su presencia la función que la Hermandad de la Pasión y Muerte celebra mañana en la iglesia de Maravillas. Yo soy el secretario de la Cofradía, y gracias á se ha arreglado la fiesta.

Tienes razón, Clarita, y yo creo que esto que tengo es causado por el excesivo celo. Bien me decía el padre Silvestre que la piedad en demasía es perjudicial, porque mata el cuerpo, sin el cual el alma no puede tener fortaleza. Pero, ¿qué tiene usted? preguntó Clara un poco alarmada.

Cuando la severidad estoica de Kant inspira, simbolizando el espíritu de su ética, las austeras palabras: «Dormía y soñé que la vida era belleza; desperté, y advertí que ella es deber», desconoce que, si el deber es la realidad suprema, en ella puede hallar realidad el objeto de su sueño, porque la conciencia del deber le dará, con la visión clara de lo bueno, la complacencia de lo hermoso.

Y a la verdad, pocos podían leer aquellos versos titulados «Infelicissimus», que empezaban: «¿Por qué no ondea el ciprés sobre esta frentepublicados por vez primera en El Alud, bajo la firma de Lady Clara, sin sentir temblar en sus párpados una lágrima de poética unción.

¡Oh! ¡no seré soldado! exclamó don Juan . Mi rey, mi orgullo, sois vos. , , seréis soldado mientras sea necesario que lo seais; pero después no: ¡no quiero morir como mi madre! ¡Oh, Clara de mi alma! exclamó el joven, recibiendo el puro, el glorioso relámpago de amor que destelló de los ojos de doña Clara al pronunciar sus últimas palabras ; ¡vos me amáis!

Pero... me olvidaba... esta carta no puede ir sin otra suya, y él no ha venido. En aquel momento entró en el cuarto una dama de la reina que venía de ceremonia. ¡Ah, doña María! exclamó la joven. Vengo, doña Clara, primero á daros la enhorabuena... una triple enhorabuena... qué yo cuántas enhorabuenas... ¡Oh! ¡Muchas gracias, señora! Anselmo, vete fuera. Sentáos, doña María.

En cuanto a mis reclamaciones, pasado mañana las presento fundadas en los datos que aquel me , legalizadas en debida forma; y como será una cosa clara y de justicia innegable pues sólo en este caso haré valer mis derechos, al tercer día se juzga el caso y soy dueño de lo mío.

La joven se quedó petrificada de espanto, y la mirada que dirigió á Bozmediano hizo comprender á éste cuánto la había comprometido. El galán creyó que el mejor partido que podía tomar era marcharse muy quedo, seguro de que la persona que había dicho "Clara", con voz que no conoció, no podía haberle sentido.

Me parece, señora dijo el rey , que creéis demasiado á doña Clara, que doña Clara no es tan esquiva como cuenta la fama, y que acaso don Rodrigo... ¡Oh, no; estoy segura de ella! ¿Pero creéis fácil que se corten cabellos á una mujer sin que lo sienta? ¿Os habéis olvidado de ese hermoso rizo, sujeto por hermoso lazo?

Nada dijo Doña Clara, á pesar de ello; pero Lucía advirtió su disgusto y prosiguió de esta suerte: No te ofendas Clarita. No me motejes de parlanchina. Mi tío me puso anoche entre la espada y la pared, y tuve que confesárselo todo. Tuve que disculparme y que disculpar á D. Carlos. Á mi tío se le metió en la cabeza que él era el viejo rabadán y que yo era Clori.