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Durante la guerra de Granada fué también motivo de público regocijo, la entrada del Pendon Real de la Ciudad, victorioso de las muchas gloriosas jornadas en que tomó parte, como se juzgará por los datos que adelante consignamos.

Alquilé un calesín en la pequeña ciudad de... para salvar las dos leguas que me faltaban aún para terminar mi viaje.

He aquí, pues, la República unitarizada, sometida toda ella al arbitrio de Rosas; la antigua cuestión de los partidos de ciudad desnaturalizada; cambiado el sentido de las palabras, e introducido el régimen de la estancia de ganados en la administración de la República más guerrera, más entusiasta por la libertad y que más sacrificios hizo para conseguirla.

El carruaje, a todo correr de sus dos caballos, rozaba y dejaba atrás una fila de payeses que volvían de la ciudad por el borde del camino.

Clara con los ojos cerrados y una leve sonrisa divina esparcida por su rostro no se hartaba de oírle. Cuando llegaron a Madrid anochecía. Las calles rebosaban de gente: las luces de los faroles comenzaban a encenderse y despedían una claridad blanca azulada al chocar con la del crepúsculo. La gran ciudad abrasada por el calor del día se preparaba con gozo a refrescarse.

Apartando en seguida la mirada que había fijado en los mensajeros, volvió a ponerse al trabajo. Al cabo de un mes Sara casó con William Dane, y muy luego, los hermanos del Patio de la Linterna supieron que Silas Marner había abandonado la ciudad.

Con la misma presteza y rigor volvió Berenguer á las costas de Thracia, y continuando los buenos sucesos, después de algunas presas de navios, acometió á Recrea, Ciudad grande y rica, y con poca pérdida de los suyos la entró á viva fuerza.

Esta pincelada retrata lo que era la ciudad en los tiempos prósperos en que tanto se ha decantado el bienestar y el desahogo de las clases menesterosas.

Acostumbrados a innumerables resignaciones, probablemente nos conformaríamos con un arrasamiento mucho más vasto que el de la ciudad de Reims; pero ¿qué nos vendría a costar ese arrasamientito?

Era el faro del Cerro; el monte que al ser visto por los primeros navegantes españoles dio, según la tradición, su nombre a la ciudad. Las luces se iban extendiendo profusamente. Alineábanse en dobles filas, indicando el trazado de los bulevares exteriores; otras más débiles punteaban con rangos superpuestos la negra masa de los edificios.