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Julita R *, una jovencita muy linda, que tampoco inspiraba simpatías a la altiva dama, había sido arrojada de casa de los señores de M * por haberla hallado encerrada en el cuarto del primogénito, un chico de quince años". Estas y otras noticias del mismo jaez dejábalas caer el gallardo mancebo de sus labios con cierta displicencia cómica que despertaba el buen humor de la bella.

Y estando en esto, llegó á Inca Yupanqui un capitan suyo de los que él con la gente de guarda traia, y díjole que habian visto salir cierta gente de guerra de allí del peñol, los cuales habian salido uno á uno y de dos en dos, y que era mucha cantidad de gente la que habia salido, y que algunos de ellos llevaban lanzas y alabardas, é que iban por el camino do ellos habian venido; que sospechaba que aquestos fuesen á tomar algun paso para desque volviesen, ó que fuesen á tomar y robar lo que ellos en la cibdad del Cuzco tenian, y á tomársela.

Al anochecer tocarían en Montevideo, y antes de que amaneciese saldrían para Buenos Aires. Mostrábanse las gentes poco comunicativas, con una creciente predisposición al aislamiento, agobiadas cada vez más por las preocupaciones que parecía sugerirles la proximidad de la tierra. Los socios fraternales de empresas ilusorias acariciadas durante el viaje se iban distanciando con cierta melancolía.

La sangre corría con tal abundancia, á pesar de los pañuelos que le ataron, que en breve se hizo un charco á su alrededor. Los niños, á cierta distancia, contemplaban con ojos de espanto y dolor la muerte de su fiel amigo. La respiración del Canelo era cada vez más fatigosa y anhelante: después se fué poco á poco amortiguando, escuchándose un estertor débil y profundo. Se le vidriaron los ojos.

Yo le en cierta ocasión hablar de lo que se hacía en los museos y demás edificios notables allá en Roma y en otras ciudades: la entrada libre a todas horas, pero pagando. Una gran comodidad para el público, que no necesita de recomendaciones para ver las cosas.

Sacó los insectos con el dedo meñique, y su amiga le criticó esta acción, llamándole sucio y tratándole con cierta sequedad. Trajeron la leche bien tapada para que no cayeran moscas, y mientras Fortunata se la bebía, Ballester se tomó la otra, diciendo bromas y chuscadas, con las cuales no lograba disipar la negra tristeza en que la joven había caído tras la ruidosa alegría.

Y como lo dijo lo hizo, Salió en posta de Interlacken aquel mismo día, sin aguardar a sentarse a la mesa; y detrás de él y con el mismo rumbo, una dama solitaria, de gran porte y «cierta traza», que había llegado con el banquero mismo, y comía a su lado, y a su lado habitaba en el hotel; es decir, tabique en medio.

Los tales puntos, imitando el estilo de la talla dulce, se espesaban en los oscuros, se rarificaban y desvanecían en los claros, dando de , con esta alterna y bien distribuida masa, la ilusión del relieve... Era, en fin, el tal cenotafio un trabajo de pelo o en pelo, género de arte que tuvo cierta boga, y su autor D. Francisco Bringas demostraba en él habilidad benedictina, una limpieza de manos y una seguridad de vista que rayaban en lo maravilloso, si no un poquito más allá.

Ella, sin extrañar precisamente semejantes frases, sintió cierta sorpresa desagradable al escucharlas; pero pensó que a veces casualmente se dicen cosas que parecen intencionadas.

¡Mariita! ¡Mariita! dijo Nieto, dirigiendo una reprensión cariñosa a cierta joven a quien había sorprendido fumando. Don Celipe, es que me duelen las muelas. Pues cuidado con ellas, porque pueden salirte caras. Habíamos recorrido casi todas las naves, y mi Paca no aparecía. Nieto me invitaba ya a que pasáramos al taller de cigarros puros.