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Vivía con una amiga de su madre, vieja y casi ciega, antigua criada durante veinte años de un señor enfermo y malhumorado, que al morir le legó una renta de dos pesetas, lo suficiente para no morirse de hambre.

O eres ciega dijo la marquesa exasperada o eres consentidora. Lo que no consentiré jamás dijo la duquesa , es que la calumnia venga a hostilizar a mi marido aquí, en su misma casa y a los oídos de su mujer.

Dice que no, que bien claro está que Dios me llama para ... Ella tiene buscada colocación en casa de un cura... como está así, medio ciega, sólo en un sitio de poco trabajo puede servir. ¡Ay, Niño Jesús de mi alma! ¡Cuántas lagrimitas tengo llorado aquí sin que nadie me viese! ¡Qué días!

Cuando hubieron convenido el asunto del viaje, Clara salió un instante a prevenir a Visita de lo que ocurría. No tardó en presentarse de nuevo con ésta. La ciega echó los brazos al cuello a Elena y la besó con la misma efusión que antes.

Agradecido nuestro amigo al cacique de Villalegre, que se llamaba don Andrés Rubio, le ponía por las nubes y nos le citaba como prueba y ejemplo de que la fortuna no es ciega y de que concede su favor a quien es digno de él, pero con cierta limitación, o sea sin salir del círculo en que vive y muestra su valer la persona afortunada.

Arturito tuvo que irse muy triste y desolado. No se le ocurrió, ni por un momento, dudar de la sinceridad de Rafaela ni de su reciente empeño de volverse santa. A todos los hombres nos ciega algo la vanidad y no acertamos a ver, en ocasiones, al rival que aparece, ni a descubrir en él mayor mérito que en nosotros, ni más seductores recursos.

Todos tienen derecho á la vida, ya que nacieron; y del mismo modo que subsisten los seres orgullosos y humildes, hermosos ó débiles, deben seguir viviendo las naciones grandes y pequeñas, viejas y jóvenes. La finalidad de nuestra existencia no es la lucha, no es matar, para que luego nos maten á nosotros, y que á su vez caiga muerto nuestro matador. Dejemos eso á la ciega Naturaleza.

No volvió a verla en el mundo de la realidad, por más que la buscó; pero se forjó él otro mundo a su capricho, en el cual la veía a todas horas; porque aquel mundo era para los dos solos, Y viéndola allí y admirándola sin cesar, le parecía que volaba el tiempo que había de correr hasta que la encontrara de veras; porque este encuentro había de ocurrir necesariamente. Lo creía con ciega fe.

Para mayor evidencia de cuanto se ha dicho, y se dice, conviene saber que hay cuatro suertes de jesuitas. La primera es de algunos seglares de uno y otro sexo que ellos llaman obediencia ciega, regulándose en todas sus acciones por el consejo de los padres de la Compañía, prontisimos á observar sus órdenes y mandatos.

No estoy ciega respondió mi vieja Celestina, y su cara tomó una expresión de astucia tan intensa, que tomé el partido de reír sin pedir otra explicación. Estoy muy contrariada, y Celestina lo ve muy bien. Paso los días y las noches en las más serias reflexiones y no llego a decidir si quiero o no ver al señorito X...