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Descripcion de la Catedral: hállanse en ella obras de todos los estilos desde el plateresco hasta el churrigueresco: 301. Siguen las fundaciones de capillas: viaje de Felipe II á Córdoba: 309. Fisonomía de la arquitectura en el siglo XVII y primera mitad del XVIII: memorias de la Catedral en este período: 317. Resúmen del estudio hecho en este templo: 339. CAPÍTULO III. Córdoba mozárabe. 341

Cuatro son pues los estilos que caracterizan á la arquitectura del siglo XVII y primera mitad del XVIII: primero, el greco-romano de Herrera y Mora, mas ó menos puro hasta la época de Crescencio; segundo, el greco-romano desfigurado con follages, que podriamos denominar crescentino, y que dura hasta la mitad del reinado de Felipe IV, en que empiezan los ejemplos de la innovacion borrominesca; tercero, el borrominesco propiamente dicho, que se desarrolla por obra de Cano, Rizi y otros, en la segunda mitad de aquel mismo reinado; cuarto y último, el churrigueresco puro de la infelicísima época de Cárlos II, parto de los delirantes cerebros de Donoso, Ribera, Churriguerra, Thomé, etc., que se perpetúa hasta espirar el período que hemos abarcado, despues del cual comienza la restauracion promovida por Felipe V. Esta clasificacion no debe sin embargo entenderse de una manera empírica: sabido es que en todos tiempos hay hombres apegados á las ideas antiguas y en quienes no ejerce influjo la moda.

La Virgen estaba ya de nuevo ocupando su camarín en el altar mayor, cuyo retablo, todo de madera tallada y dorada, subía hasta la cumbre del ábside, y era caprichoso y atrevido desate del estilo churrigueresco: complicado laberinto de retorcidos tallos, colosal hojarasca, frutas, armas, monstruos simbólicos y rosetones, por los cuales asomaban sus infantiles y aladas cabezas los ángeles y los serafines.

Por no sufrirlo y por el amor que profesaba a Lancia renunció al empleo y vino a habitar de nuevo el churrigueresco palacio en que nos hallamos. La soberbia, o por ventura su carácter excéntrico, le hicieron cometer, en este período de su vida de mayorazgo solterón, mil extravagancias y ridiculeces que asombraron y fueron el regocijo de la ciudad mientras no llegó a acostumbrarse.

Posteriormente el Obispo de Teruel, D. Francisco Perez Prado y Cuesta, regaló, según digimos al tratar de los Obispos, otra preciosa custodia labrada en Córdoba, en 1742 por Bernabé García de los Reyes: consta de mas de catorce arrobas de plata, su estilo es churrigueresco, su forma la de un templete de dos cuerpos sobrepuestos, sostenidos por columnas con relieves y adornos de buen gusto, y terminando en una corona imperial: costó dos mil pesos.

Era la capilla mayor de la catedral antigua, labrada como en su lugar oportuno se dijo á espensas del rey D. Alonso el Sabio . Restaurada segun algunos creen por el obispo D. Íñigo Manrique en 1489 , y renovada por tercera vez en 1710 con arreglo al antipático gusto dominante en los primeros años del reinado de Felipe V, ni rastro queda en ella de la arquitectura del siglo XIII. Todo es hoy allí churrigueresco á escepcion del elegante arco árabe angrelado que tiene al lado derecho mirando al Santuario de la antigua mezquita, el cual subsiste, no sabemos por qué milagro, como náufrago libertado de una furiosa tempestad.

Nada hubiera logrado, sin embargo, sin la astucia de su amigo el canónigo. Aquel aconsejado viaje por las montañas, lleno de sustos y peripecias, le conquistó, si no el amor de su esposa, por lo menos sus favores. En los dos primeros años de matrimonio Amalia hizo una vida retraída, sin salir apenas del churrigueresco palacio de la calle de Santa Lucía.

Aquella es el tabernáculo, es el arca santa donde se ha puesto todo el esmero y cuidado. Andemos despacio no nos escurramos sobre las lucientes tablas del pavimiento recién frotadas con hojas de coco, impregnadas de aceite. El conjunto que presenta la sala es de lo más abigarrado y churrigueresco que imaginarse puede.

La capilla de San Antonio, el «santuario», como la llaman los viejos villaverdinos, es una iglesita de estilo churrigueresco, muy bien dispuesta y situada en lo más alto de una loma desde la cual se domina toda la ciudad. El cementerio está acotado con una verja que tiene sendas puertas en los tres lados. Cuatro añosos cipreses dan al sitio un aspecto fúnebre, verdadero aspecto de cementerio.

Los cirios, en el altar mayor, comenzaron a arder, y a su luz resplandeció todo el retablo churrigueresco, dorado, retorcido, con sus columnas salomónicas y sus racimos de uvas. Arriba del crucero de la iglesia, colgaba el barco de vela y se balanceaba suavemente, como si fuera navegando hacia los esplendores de oro que brillaban en el altar mayor.