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En torno de las dos mujeres se oían los gritos de los vendedores ambulantes; los hombres decían desvergüenzas que las chulas recogían con sonrisas, y de aquella aglomeración de cuerpos poco limpios se desprendía un olor nauseabundo. A Paz le daban impulsos de marcharse sin averiguar nada; pero, atormentada por los celos, no apartaba la vista de la casa de Engracia.

Bajo los faroles, al borde del arroyo, las chulas y los granujas voceaban periódicos y décimos de lotería. Al atravesar de unas a otras aceras, las mujeres se levantaban la falda, más cuidadosas algunas de enseñar el pié que de resguardar los bajos.

Don Paco, que tenía, según hemos apuntado ya, entendimiento de amor de hermosura, se quedaba extasiado contemplando el andar de la moza, que no tenía el liviano, provocativo y sucio movimiento de caderas y los pasitos menudos que suelen tener las chulas, sino que era un andar sereno, a grandes pasos, noble y lleno de gracia, como sin duda debía de andar Diana Cazadora, o la misma Venus al revelarse al hijo de Anquises en las selvas que rodeaban a Cartago.

Será rico, será buen mozo, será conde, será todo lo que el general quiera, aunque yo sospecho, no por qué, que ha de ser un señorito andaluz, nacido y criado en un poblachón, ceceando mucho, echándola de gracioso, y más a propósito para brillar en las ferias, vestido de majo, y cautivar el corazón de las gitanas y de las chulas, que para mostrarse como conviene en los salones elegantes, inspirar amor verdadero y profundo a una señorita bien educada y hacerla luego dichosa.

Después de paladear la fruta hermosa, pero un poco insípida, de las burguesas madrileñas y morder en la guindilla de las chulas, las cortesanas parisienses, tan elegantes, tan ingeniosas y cultas, le parecían un bocado exquisito. Y hay que confesar que supo aprovecharse. En poco tiempo fue popularísimo entre ellas. Le llamaban riendo el fidalgo español.

Harto al cabo de chulas y de lorettes, de toros y de handicaps, de manzanilla y champagne, de callos y de foie-gras, resolvió a los treinta años dar fin; esto es, casarse... Mas para que Villamelón diese fin, preciso era que alguna hija de Eva diese principio, puesto que por una de esas anomalías que tienen su razón de ser en el torcido criterio de ciertas clases sociales, se ha convenido en que el hombre piensa dar fin en aquel mismo matrimonio en que juzga la mujer dar principio.

Clementina ofrecía en sus modales y discursos, en esta edad, y la ofreció siempre después, cierta tendencia al flamenquismo, o sea a las formas desenvueltas, a la serenidad burlona, al desgarro especial de las chulas de Madrid. Semejante tendencia se hallará más o menos exagerada en toda la alta sociedad madrileña. Es un signo que la caracteriza y la distingue de la de otros países.

Las que se acercaban paso a paso eran seis u ocho palomas pardas, con reflejos irisados en el cuello; lindísimas, gordas. Venían muy confiadas meneando el cuerpo como las chulas, picoteando en el suelo lo que encontraban, y eran tan mansas, que llegaron sin asustarse hasta muy cerca de las señoras. De pronto levantaron el vuelo y se plantaron en el tejado.

El gusto le había venido no se sabe cómo, por contagio tal vez de la atmósfera, dado que las señoras de su categoría no suelen alternar mucho tiempo con las chulas. Había tenido una doncellita nacida y criada en Maravillas. Esta fué en sus ratos de expansión quien le proporcionó mayor cantidad de vocablos y modismos.

Ya te lo he dicho: en barbaridades, en mujeres de desecho, en mamarrachadas de habanero cursi, en francachelas con toreros de invierno y chulas de la peor especie..., en todo lo más bajo y soez que puedas imaginarte... y en jugar.