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Don Inocencio Moral, tío del gobernador, con dos hijos, uno de catorce años de edad y el otro de veinte; Ascueta, Gordillo, Cantos, chileno; Sotomayor, Barrios, otro Gordillo, Corro, transeúnte de San Juan, y Pasos, fueron las víctimas de aquella jornada. El último, don Mariano Pasos, había experimentado ya en otra ocasión el resentimiento de Quiroga.

Como necesitaba adquirir noticias del ausente, se fué al puerto de Antofagasta, donde el viejo chileno tenía numerosos amigos. Le bastó hablar con uno de ellos para convencerse de que ño Juanito no había muerto y estaba á estas horas en pleno goce de su salud y su alegría vagabundas.

Había leído algunos de sus artículos científicos, y teniendo además noticia de su colección, no quiso pasar por Madrid sin verla. Raimundo le recibió con alegría y un poco de vergüenza también. Hacía ya algunos meses que no se ocupaba poco ni mucho en asuntos de ciencia, que tenía su colección abandonada. A pesar de eso el chileno la halló muy notable y simpatizó extremadamente con él.

Dile que haga las compras en seguidita, que te entregue los paquetes, y tomas el tren unas horas después. Te doy cinco días para ir y volver. Puso el chileno un rostro grave al escuchar estas órdenes. Debía ser una misión de gran importancia la que le confiaba su patrón, y se sintió orgulloso de que hubiese pensado en él.

De pronto se sintió enfermo. El médico, un joven recién llegado de Santiago, atribuyó su dolencia á los excesos alcohólicos; pero él creía saber mejor que este chileno presuntuoso cuál era la verdadera causa de su enfermedad. Dormía mal y su sueño estaba cortado por terribles visiones.

El contramaestre chileno apodado el Fraile iba de un grupo á otro protestando de esta inercia, pero sólo conseguía que los trabajadores riesen de él. Uno de los más viejos le contestó insolentemente: no esperarás heredar al italiano... ¿por qué tienes, entonces, más interés que él en obligarnos á trabajar? Hace muchos días que no viene por aquí.

Cian según su mérito; pero en cambio, sólo hace rápida mención de Hervás y Panduro, creador de una nueva ciencia: la filología comparativa; del Padre Juan Bautista Gener, autor de los seis primeros tomos de una enciclopedia teológica, que implica la renovación de los estudios eclesiásticos; del Padre Tomás Serrano, elegante y sabio humanista; del gramático Garcés, cuyo libro del Vigor y elegancia de la lengua castellana se lee aún con fruto; del Padre Aponte, egregio helenista, maestro del cardenal Mezzofanti; del insigne historiador de Méjico Clavijero; del naturalista chileno Molina; de Landival, cuya Rusticatio Mexicana es uno de los más curiosos poemas de la latinidad moderna, hasta por lo original y exótico del asunto, y de Márquez, tan benemérito, por sus libros, de la arqueología romana y de la historia de la arquitectura.

Media hora después llegó frente á la casa un capataz de los que Pirovani tenía á su servicio y al que confiaba siempre las misiones difíciles. Era un chileno avispado y muy ágil para salir de apuros, al que sus compatriotas apodaban el Fraile por haber sido sus maestros los dominicos de Valparaíso.

Un chileno forzudo, gran amigo mío, se levantó con resolución. «Oiga, godito: vamos a ver si nos traemos a algunas de esas damasAbajo, en un corredor, cazamos a dos coristas polacas que iban tranquilamente desde cierto lugar a su camarote, y mi amigo el atleta las subió casi en volandas sin entender sus palabras. ¡Gran éxito!

Acabo de referir que uno de los tres primeros olivos que se plantaron en el Perú fué reivindicado por un prójimo chileno, sobre el cual recayó por el hurto nada menos que excomunión mayor, recurso terrorífico merced al cual, años más tarde, restituyó la robada estaca, que a orillas del Mapocho u otro río fuera fundadora de un olivar famoso.