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41 Y quemarán tus casas a fuego, y harán en ti juicios a ojos de muchas mujeres; y te haré cesar de ser ramera, ni tampoco darás más don. 42 Y haré reposar mi ira sobre ti, y se apartará de ti mi celo, y descansaré de enojarme más.

Pero todavía mientras la quitaba la sangre de la cara con un paño mojado, no podía menos de dar suelta a su genio exclamando: ¿Lo ves? Esto te ha sucedido por desvergonzada. La brigadiera, aunque parezca extraño después de lo que acabamos de decir, amaba a su hija; pero la amaba a su manera, mortificándola sin cesar para plegarla de un modo incondicional a su voluntad.

11 Y haré cesar todo su gozo, su fiesta, su nueva luna y su sábado, y todas sus festividades. 12 Y haré talar su vid y su higuera, de la que ha dicho: Mi salario me son, que me han dado mis amantes. Y las reduciré a un matorral, y las comerán las bestias del campo.

La mayor hablaba mucho y reía sin cesar; la segunda, más dócil, imitaba a su hermana en todo. Como eran lindas y se mostraban siempre amables, los jóvenes declaraban que las adoraban; a pesar de esto, hasta entonces ninguno se había presentado como pretendiente. Cerca de las mesas, la señora d'Ornay, coloreada por el reflejo de su sombrilla, daba audiencia a Max Platel.

Pero el bastardo imperial hacía en Leganés una vida demasiado villana, confundido con los otros chicos del pueblo, y entonces Luis Quijada, mayordomo del César, y el único que sabía quién era aquel niño, se lo llevó á Villagarcía, de donde era Señor, y lo confió á su mujer, sin revelarle el secreto; por lo que esta ejemplarísima señora llegó á concebir tristes sospechas, que amargaron su vida hasta que, muerto ya el Emperador, hizo pública la verdad el rey D. Felipe II, reconociendo como príncipe y hermano suyo al que había de ser el primer guerrero de su tiempo.

Busco entretanto cómo explicarme la nube de sombría preocupación que cubre su frente sin cesar, la severidad altiva y desconfiada de su mirada, y la amarga sequedad de su lenguaje. Me pregunto, si son estos los rasgos naturales de un carácter extravagante y variable; ó los síntomas que algún secreto tormento, de remordimientos, de temor ó de amor, lo que roe su noble corazón.

Se desvaneció el remordimiento, que pesaba sin cesar en el alma delicada del conde, la agitación insana que a ambos atormentaba, el ardor, la violencia, la amargura qué iba oculta en el fondo de sus deliquios amorosos como el gusano en el cáliz de la rosa.

Contestóle Diógenes una de sus indecentes paparruchas, que rieron todos en coro, y detúvose, en efecto, en el balneario para beber una enorme copa de ginebra, que tomó, según su costumbre, echando antes en el fondo un par de terrones de azúcar. Volvióle el alcohol la salud y la alegría, y desde Cestona hasta Azpeitia charló sin cesar, comentando, con grandes risas de todos, su tremendo batacazo.

En una palabra, disgustado al verse desairado, fastidiado de los escrúpulos y objeciones que se le oponían sin cesar, y ocupado, a más, por otro lado más agradablemente, retirose a su tienda definitivamente, de donde su mujer ni aun intentó sacarle. Sería un error creer que porque una mujer renuncie al amor de su marido en particular, deje por eso de amar en general.

En cuanto se pasaban ocho días sin que los vecinos de Sarrió se recreasen de algún modo, ya estaba nuestro don Mateo nervioso y no paraba hasta lograrlo. Gracias a él, podemos asegurar que no había pueblo en España, en aquella época, donde la vida fuese más fácil y agradable. Porque los honestos recreos que sin cesar se repetían, engendraban la unión y hermandad en el vecindario.