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Sin cesar se habla de la gente arruinada por las revoluciones, y quizá es mayor el número de las personas enriquecidas por las revoluciones. Los americanos sufren fuertemente la atracción de París. No existe en el mundo otra ciudad en que sea tan agradable y tan fácil gastar el dinero.

Para llegar á tal grado de civilización era necesario que los lavianeses aunaran sus esfuerzos. Esto se repetía sin cesar en la Pola.

2 Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan. 3 Y viendo que había agradado a los judíos, pasó adelante para prender también a Pedro. 5 Así que, Pedro era guardado en la cárcel; y la Iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él.

Y sin saber cómo, viose comprometida, sin que de ello le pesara, en la causa de los buenos cristianos que trataban, como a menudo escuchaba en boca de don César y de otros, de volver a Jesús a su santo trono y arrojar de él a la soberbia y la herejía.

El velo de la abuela, aquel velo eterno, se enlutó más todavía bajo el peso de las penas sin cesar renacientes.

Se le acusa a usted de servir de intermediaria en la correspondencia entre el marqués de Revollar, ministro y consejero del Pretendiente, y el cabecilla don César Pardo, desterrado hace poco tiempo, por virtud de sentencia firme del Consejo de guerra, reunido en catorce de marzo.

A aquella hora sonó la música y aparecieron juntamente con ella, la principalía, los que habían de cesar y los que habían de posesionarse.

D. César hizo un signo imperativo á Regalado para que se acercase. ¿Qué noticias hay de los señores? le preguntó. Regalado, que estaba alegrísimo y tenía en el cuerpo una razonable cantidad de sidra, quiso poner la cara triste de repente; pero no resultó más que una mueca odiosa, inadmisible, que no podía convencer á nadie. Muy malas, D. César, muy malas.

Era una niña que subía sola, y cantando, por la calle de Segovia, dirigiéndose á la Morería. Clara vió con asombro que la niña, sin cesar de cantar, subía la cuesta y trepaba, encontrando una vereda entre tantos escombros. Se levantó é intentó seguirla. La niña no la vió y marchaba delante muy alegre, al parecer.

El perfume de sus pañuelos la embriagaba, deslumbrábale el brillo de sus joyas, y las palabras lisonjeras, insinuantes, con que la envolvía sin cesar arrullaban dulcemente su corazón virginal. Según trascurría el tiempo iba perdiendo paulatinamente aquel humor chancero. Se había hecho más grave, más reservada y tímida. Creció asimismo su susceptibilidad hasta lo indecible.