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Encubría su negro odio a Margarita doña Guiomar, y consolábala y acariciábala, como si hubiera creído que sólo por la muerte de su madre era el dolor y la congoja, cuyas muestras no podía ocultar Margarita. En tanto, Cervantes encaminábase al próximo bodegón de la tía Zarandaja.

Yo he oído decir al mismo Isidoro, cuando acababa de volver de sus peregrinaciones, que en Lisboa tenía un estupendo baratillo nada menos que un Palha, individuo de una de las más ilustres y antiguas familias portuguesas, según lo atestigua Cervantes en el Quijote.

Reparola Cervantes, y en ella con curiosidad y aun con cuidado se fijaron sus ojos.

V. las Notas de Cerda á la Diana enamorada, de Gil Polo: Madrid, 1802; págs. 515 y siguientes. V. á Lope de Vega, Arcadia. V. Dorotea. V. Laurel de Apolo. Cervantes, Viaje al Parnaso. Rojas, Loa de la Comedia. V. 1 Donado Hablador, pág. 534, Autores castellanos Rivadeneyra, Novelistas posteriores á Cervantes.

Algo largo es en las églogas, pero nunca lo bueno fue mucho: guárdese con los escogidos. Pero, ¿qué libro es ese que está junto a él? -La Galatea, de Miguel de Cervantes -dijo el barbero. -Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y que es más versado en desdichas que en versos.

Las procesiones del barrio habían visto formar muchas veces en ellas a un anciano enjuto, de barbillas blancas, tartamudo, con una mano mutilada, el hidalgo Cervantes, veterano de guerras famosas, que aguardaba la hora de la muerte con melancólica resignación sin otro título que el de «Esclavo de la Hermandad del Santo Sacramento».

Verá la cruz del Gólgota plantada Y escuchará la lengua de Cervantes. Pero mi gozo en un pozo. Yo esperaba que seguirían siempre siendo hispano-parlantes cuantas naciones se extienden desde el Norte de Méjico hasta el Estrecho de Magallanes.

Blas Nasarre, prólogo á la segunda edición de las Comedias y entremeses de Cervantes: Madrid, 1749, y Apología del discurso preliminar á las comedias de Cervantes: Madrid, 1750. Montiano y Luyando, Discurso sobre las tragedias españolas: Madrid, 1750. Velázquez, Orígenes de la poesía castellana: Málaga, 1754.

Cervantes era del número de los esclavos, que él quería llevarse, y ya había subido á la galera, pronta á hacerse á la vela, cuando llegaron los redentores en ocasión en que su rescate, caso de lograrse, no era ya posible.

Verdad es que todavía se observa el deseo de aislar en muchas piezas lo cómico de lo trágico, y por cierto con desusado rigor; pero hasta en aquéllas que, como la Numancia, de Cervantes, propenden más á moverse en la esfera puramente trágica y conservar su colorido, se notan también caracteres especiales, que corresponden más bien á la comedia.