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Cerca de la playa en esta parte hay dos colinas pequeñas y redondas, llamadas los Cerros de los Lobos Marinos. La playa consiste en peñas altas, y grandes piedras. Mas abajo, hácia el sur, toda la boca del rio Colorado, ó primer Desaguadero tiene sus orillas perpendiculares, de tan grande altura que inspira horror al mirarlas; pero terminan en arenas, y bajios.

Con un caserío casi miserable, un terreno llano, pobre y pantanoso, y dominado al sur por los cerros de Toledo, Tembleque no ha comenzado á resucitar sino á virtud del ferrocarril de Alicante. Su poblacion alcanza apénas á unos 4,000 habitantes, de vivir estacionario en su mayor número, no obstante la produccion de cereales, vinos, algun ganado lanar y varias fábricas de paños burdos y salitre.

La tempestad acababa desatándose en torrentes de lluvia o en abundantes copos de nieve. Luego se serenaba el aire y el sol resplandecía. Tal vez el iris se dilataba sobre el estrecho en arco majestuoso, cuyos estribos eran los cerros de una y otra margen. A veces asaltaba a los atrevidos navegantes el recelo de no acertar a salir de aquel laberinto y de tener que morir allí.

El agua, además, era exquisita por su transparencia y pureza, como filtrada por entre rocas de los cercanos cerros, y tenía muy grato sabor y muy saludables condiciones. La gente del pueblo le atribuía, por último, algunas prodigiosas cualidades, calificándola de muy vinagreta y de muy triguera.

De modo que, no queda otro arbitrio á nuestros fronterizos que el de fijarse en la angosta lengua de tierra que desde dichos cerros sigue para el este: y aun esto será muy dificil, porque apenas hay tierra, y jamas podrá ser otra cosa que una guardia muy lejana del rio y sin chácras de cultivo.

Por todos estos campos, cerros y collados corría complaciente y alborozada la imaginación del autor del artículo de fondo, cuando interrumpido el hilo lógico de éste, y olvidado el asunto y desbaratado el plan, ocuparon su mente, apoderándose de ella de un modo atropellado, violento y como de sorpresa, las intrusas ideas de que se ha hecho mérito.

Al poniente, las neveras faltan del todo: cerros altísimos, cubiertos de negros bosques de pinos y abetos, en su mayor extension, se alzan á hundir en las nubes sus severos picos ó conos graníticos, y presentan á trechos esos derrumbes espantosos, rastros de los catástrofes de la primavera que se llaman avalanchas Al lado opuesto del valle se levantan los contrafuertes del Monte-Blanco, revueltos, despedazados por innumerables y gigantescas grietas, aterradores de hermosura y severidad, ora terminando en neveras que derraman sobre el valle sus ondas congeladas; ora cubiertos de ásperas malezas, helechos y bosques de abetos; ora aguzándose en sus cimas en penachos extravagantes y agujas colosales, desnudas y sombrías, para servir de apoyo á un inmenso anfiteatro de invisibles montañas y neveras cuyo pináculo es la cabeza admirable del Monte-Blanco.

A dos ó tres leguas de distancia se ve al sud-oeste el cerro de Galvan, que está solo en la banda occidental. Aquí baja de la parte del este un ramo de la gran cordillera. A la banda del sur de dicho rio hay tambien muchos cerros, y una angostura de mucha corriente, con peñasquería á los lados del rio, y se llama este paso Itapucú-guazú. Está en 22 grados y 10 minutos.

Detenido por los fieles el fogoso animal, dejóse caer el elebronado jinete, y poniéndose de rodillas delante del comendador, gritó: ¡Confesión! ¡Confesión! ¡El mar se sale! Tan tremenda noticia se esparció por Lima con velocidad eléctrica, y la gente echó a correr en dirección al San Cristóbal y demás cerros vecinos. No hay pluma capaz de describir escena de desolación tan infinita.

Nada se le queda por investigar, aclarar, contar y discutir sobre las corridas de toros, desde que empezaron en España, tal vez antes de la fundación de Cádiz y de la venida de Hércules fenicio, que erigió sus columnas, no si en Calpe, o en Avila, o en ambos cerros. No hay personaje histórico que haya toreado de quien no nos hable el señor conde.