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Lo primero que me dijo fué: "Bien esperaba yo en el Cielo que antes que estos mis ojos se cerrasen con el último sueño te había de ver, hijo mío, y ya que te he visto, venga la muerte y lléveme desta cansada vida.

Otro dia, por haber defendido con calor en el cabildo á varios prebendados atropellados y desterrados por D. Alonso, y contribuido á que se tomase un acuerdo en cuya virtud debian los desterrados tenerse por presentes todo el tiempo que durase su ausencia, el poderoso árbitro de Córdoba fraguó su ruina: tan buena traza se dió, que logró del mismo rey enviase carta firmada al obispo rogándole saliese de la ciudad y se retirase á un lugar del obispado; no quiso obedecer D. Pedro Solier, y D. Alonso sorprendiéndole con gente armada se apoderó de él, le montó en una mula, y tomando las riendas, le sacó violentamente de la ciudad, mandando se le cerrasen las puertas.

Alemania era doña Elena, la esposa de von Hartrott. ¿Por qué no se la había llevado su hijo, aquel profesor de inaguantable insuficiencia, que él consideraba ahora como un espía?... ¿Por qué capricho sentimental había querido permanecer al lado de su hermana, perdiendo la oportunidad de regresar á Berlín antes de que se cerrasen las fronteras?...

Todos corrieron hacia el lado opuesto al en que estaban Morsamor y Fréitas y hacia el punto en que la nueva Argo estaba asida al barco corsario. Con prodigiosa agilidad y con tal prontitud que no dieron tiempo para que se apercibiesen y cerrasen paso, saltaron todos en la galera.

A otro día, al rayar el alba, vinieron todas las mujeres con niños en los brazos para que los bautizase; y habiendo sabido que habían venido allí los indios Curucarecás para ajustar paces con los Manacicas, los hizo llamar, y congregados al pie de la cruz extinguió todo el odio de ambas naciones con una fervorosísima plática y les hizo efectuar con juramento mutua paz y amistad; y para colmo de sus júbilos concurrieron allí también al mismo tiempo los Zoucas, Sosiacas, Iritucas y Zaacas, que la misma noche antecedente tuvieron aviso de su venida; y si se hubiese detenido aquí dos días más hubiera visto gente de otras muchas Rancherías, porque en aquel contorno, por la parte que tira al gran río Marañón, están las tierras muy pobladas; pero sus compañeros, recelando que las lluvias no cerrasen los caminos, quisieron volverse luego, con que se vió precisado el Santo Padre á retirar la mano de aquella mies que ya estaba sazonada para la siega; y despedido de aquel pueblo, que sintió mucho su partida tan imprevista, se previno para dar la vuelta, y queriendo montar á caballo le cerraron en rueda todos los Manacicas para servirle y le quisieron acompañar por largo trecho del camino, con no poca admiración del P. Lucas, que jamás había visto tal cortesía en las otras bárbaras naciones con quienes había tratado.

La puerta no estaba abierta; Pensé si alguien habría advertido en la casa que la cerrasen aquella noche; quizá la cerraron por el viento. Me asomé a la ventana. La altura no era grande. Salté a la calle. Encontrándome solo, sin la compañía de Allen y de Ugarte, me sentía más enérgico y con mayor miedo de ser preso. Todo, antes de volver al pontón.

87. Siguieron los enemigos bien de mañana (era Domingo, despues de la Purificacion, 8 de Febrero) y los obligaron á esconderse en un monte, que ellos llaman Largo: el dia siguiente pusieron sus reales dichos indios cerca de la laguna llamada del Cocodrilo, ó Yacaré-pitú, entre dos zanjones que las aguas habian hecho: y para estar allí mas seguros, y detener algun poco al enemigo, determinaron que cerrasen la puerta otros fosos hechos con arte y por sus manos. Pero como seguia el enemigo el rastro, de modo que ni en toda la noche podian perfeccionar ó concluir los fosos y parapetos de tierra, habiendo acampado

Obtuvo también que se hiciese la vista gorda en muchas cosas, que se cerrasen los ojos en otras, y que respecto a algunas sobreviniese ceguera total; y con esto y con las facultades latas de que se hallaba investido, declaró, puesta la mano en el pecho, que respondía de la elección de Cebre.

Levantóse como pudo y llegó a casa de su amigo, que aún no sabía su desgracia; mas, como le vio llegar amarillo, consumido y seco, entendió que de algún grave mal venía fatigado. Pidió luego Anselmo que le acostasen, y que le diesen aderezo de escribir. Hízose así, y dejáronle acostado y solo, porque él así lo quiso, y aun que le cerrasen la puerta.

Llegó mi padre a los pocos días y reventando caballos a Sevilla, una noche, antes de que se cerrasen las puertas, y encubriéndose con las sombras, fue a esconderse casa de su pariente, de quien mientras llegaba la hora de ir a vengar su honra, oyó la triste relación de su desdicha, y como al acabarse esta tocasen a maitines unas monjas que en la vecindad había, y fuese ya la hora, ambos, mi padre y su pariente, bien embozados y apercibidos, fueron a adelantar a don Baltasar, que nunca iba sino muy pasada la media noche.