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Más allá de estos corros femeninos en torno de las mesas de , media docena de músicos, uniformados lo mismo que los camareros, agrupábanse sobre una tarima, alrededor de un piano de cola. Sus cabezas rubias de germanos y los arcos de sus violines destacábanse sobre los rectángulos luminosos de cuatro ventanas que cerraban la perspectiva.

Esperad algo más, querido compañero, dijo el barón, porque si no he entendido mal, escapamos de un peligro para caer en otro. ¡Capitán! gritó en aquel momento el contramaestre ¡las olas se han llevado las velas que cerraban el boquete de babor! ¡El barco hace agua!

Hasta los papeles de Valencia hablaban de lo que sucedía en la huerta, donde al anochecer se cerraban las barracas y reinaba un pánico egoísta, buscando cada cual su salvación, olvidando al vecino.

En este paseo podría apreciar Elena su importancia de primer jefe del campamento, viendo además cómo era obedecido por centenares de hombres. Ella y el francés hacían trotar sus cabalgaduras á la cabeza del grupo. Detrás venía Pirovani, manteniéndose mal sobre su caballo y esforzándose por introducirlo entre los caballos de los dos. Cerraban la marcha el marqués, Watson y Moreno.

¡Atrás, niñas! dijo doña Manuela a sus hijas . ¡Atrás, que vienen esos brutos! Los brutos eran los de la degòlla: un pelotón de gañanes con la cara tiznada, gabanes de arpillera con furias pintadas, y coronados de hierba, que cerraban la marcha, repartiendo zurriagazos entre los curiosos que ocupaban la primera fila con sus garrotes de lienzo, más ruidosos que ofensivos.

Todos esperaban de un momento a otro verle tendido en el suelo; pero él seguía bailando, adivinándose el esfuerzo de su voluntad, su resolución de perecer antes que confesar su flaqueza. Se cerraban ya sus ojos con el vértigo, cuando sintió que le tocaban en un hombro, según costumbre, para que cediese la pareja. Era el Ferrer, que se lanzaba a bailar por primera vez en la tarde.

Los balcones se abrían y cerraban, cuajados de cabezas de curiosos. Se miraba el espectáculo generalmente con curiosidad burlona, con algo de desprecio. «Pero por lo mismo se declaraba mayor el delito del Magistral.

Un numeroso grupo iba provisto de azadas y layas, y los dos monjes que cerraban la marcha conducían con trabajo una pesada cesta llena de carpas, truchas y tencas, pues siendo el siguiente día de vigilia, había que proveer al sustento de cincuenta religiosos con un apetito á toda prueba.

Entretanto las sombras de los árboles dieron poco a poco la vuelta hasta ganar el camino, y sus troncos cerraban ya el césped de la libre pradera entre paralelos gigantescos de negro y amarillo, y algunas ráfagas de polvo rojizo, levantadas al paso de los caballos de tiro, se dispersaban en dorada lluvia sobre el hombre acostado.

Mientras los niños de su edad aprendían a leer, él daba la vuelta a la muralla, sin que le asustasen las piedras derrumbadas, ni las zarzas que cerraban el paso. Sabía dónde había palomas torcaces é intentaba coger sus nidos, robaba fruta y cogía moras y fresas silvestres. A los ocho años, Martín gozaba de una mala fama digna ya de un hombre.