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La fiebre de la belladona, en su período de agudeza y de incremento, ofrece casi la misma regularidad que la de acónito; pero tiene una tension mas duradera, debida á la escitacion cerebral que parece como que comprime todos los conductos, y que frecuentemente produce un abundante sudor en la frente.

«Estamos a 7 había dicho Milagros a la Pipaón, cruzando las manos y hecha una lástima , ¡y si para el día 10 no he podido reunir...! A me va a dar un ataque cerebral... Usted no sabe cómo está mi cabeza».

Dejé que mi tío confiara sus pensamientos a los muebles del salón, y corrí a la biblioteca en busca de lo que necesitaba para poner en práctica la idea que acababa de ocurrírseme. Y llevé a mi cuarto la filosofía de Malebranche y un estudio sobre la Tartaria. El Malebranche casi me dio un arrebato cerebral y lo dejé para arrojarme sobre la Tartaria, que me ofreció más recursos.

Sin duda... repuso a su mirada siempre interrogante, sintiéndome al mismo tiempo bastante enfriado al verme convertido en sujeto gratuito de divagación cerebral, primero, y en agente terapéutico, después. En ese momento entró Luis María. Mamá lo llama dijo al médico.

Llegó el médico a toda prisa, llamado poco antes, y al saber la caída de por la mañana y después de reconocerle, hizo un siniestro pronóstico: aquello era un ataque cerebral, efecto de la caída, y si volvía en del primero, no tardaría en sucumbir al segundo. Las damas, muy sobrecogidas, no se atrevían a salir del cuarto y mucho menos a ver al enfermo.

La accion prolongada de esta sustancia en el organismo presenta alguna analogía con el estado de las personas en que predomina el elemento nervioso de la vida de relacion, no precisamente por la nerviosidad, ó el temperamento nervioso, sino por el desarrollo de la accion nerviosa cerebral modificada, ó exaltada por la cultura del espíritu y su aplicacion á los trabajos intelectuales.

En fin, que en la marcha que llevaba el proceso cerebral, le sobrevino el furor de la lógica, y se dice esto así, porque cuando pensaba algo, ponía un verdadero empeño maniático en que fuera pensado en los términos usuales de la más rigurosa dialéctica.

Estuve tres días en cama con un amago de ataque cerebral. Cuando me levanté, pedí una audiencia a Su Majestad. Su contestación fue ponerme en la mano el canuto y el pasaporte para la frontera. En fin, que los engarza-rosarios dieron conmigo en tierra, porque no me prestaba a ayudarles en sus maquinaciones contra los leales y valientes.

Ya le he dicho á usted que tuviera mucho cuidado con este fenómeno del chico. ¡Tanto estudiar, tanto saber, un desarrollo cerebral disparatado! Lo que hay que hacer con Valentín es ponerle un cencerro al pescuezo, soltarle en el campo en medio de un ganado, y no traerle á Madrid hasta que esté bien brutoTorquemada odiaba el campo y no podía comprender que en él hubiese nada bueno.

Y él, en medio de su debilidad, latentes las sienes por el zumbido cerebral que acompaña al desvanecimiento, hacía esfuerzos para concentrar sus energías en las piernas, avanzando paso tras paso, con el temor de quedarse para siempre en el camino. ¡Qué interminable la bajada a Can Mallorquí!