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Empezaba a salir gente, y caían algunas limosnas, pocas. Los casos de ronda total, dando igual cantidad a todos, eran muy raros, y aquel día las escasas moneditas de cinco y dos céntimos iban a parar a las manos diligentes de Eliseo o de la caporala, y algo le tocó también a la Demetria y a señá Benina. Los demás poco o nada lograron, y la ciega Crescencia se lamentó de no haberse estrenado.

Almudena conciliaba los intereses de una y otra parte, y por fin quedó cerrado el trato en cuarenta céntimos, con lápiz y todo.

Los días de fiesta suele cruzar por el horizonte un vapor que no se cansa jamás de silbar. Parece un espectador de los dramas de Catalina. He querido averiguar cuál era el precio del pasaje, y me han dicho que por recorrer todas las costas del estanque, deteniéndose en los puntos más notables y dignos de verse, se pagaba, en cámara de primera, diez céntimos.

Hay que transigir con las albóndigas de perro y con ciertas chuletas de celuloide que conocen a varias generaciones literarias. El frío de las noches, al asalto de los céntimos para la cama, la comida que se retrasa... dos o tres días, la pobreza en el traje y el dolor de la pobreza en el alma han asesinado al pobre amigo Antonio Santaló. No ha escrito un drama ni un poema que decoren su memoria.

Era un desfile brillante de autoridades y uniformes, que admiraba a los papanatas; grupos de chicuelos y mujeres se agolpaban ante los Eccehomos que se exhibían en las calles sobre un pedestal: imágenes manchadas con brochazos de sangriento bermellón, la corona de espinas sobre las lacias y polvorientas melenas que agitaba el viento, una caña entre las manos y a los pies una bandeja con céntimos y un viejo pedigüeño.

El franco y los céntimos trabajosamente ahorrados quedaban atrás de la popa, se perdían en el horizonte como algo vergonzoso que convenía olvidar. Eran el ensueño y la miseria de una humanidad anterior que afortunadamente no volvería a existir. Hay que ser prudente repitió Marcela ; piense usted en el negocio y no pierda el tiempo en amores.

Que aquella inmensidad de tierra se repartiese entre los que la trabajaban, que los pobres supieran que del surco podían sacar algo más que un puñado de céntimos y los tres gazpachos, ¡y ya se vería si los del país eran holgazanes!

¿De dónde quieres que los saque?... gemía la infeliz Catalina. Ya no me quedan diez céntimos de lo último que cobré... Debo un mes de alquiler... Ayer pedí prestados quinientos francos a Blondeau el empresario, y ese gordo tacaño no me quiso prestar más que ciento cincuenta... ¡Alhajas no tengo, ni crédito, ni trabajo!... ¡Perdóname, Raguet, ten lástima de !... ¡Mientes! vociferó Raguet.

Isidro había permanecido en casa todo el día, ocupado en escribir unas cuartillas, a diez céntimos, para aquel semanario social que reclamaba su colaboración con la misma intermitencia con que publicaba sus números. Feli sintiose atraída por el suceso, con esa curiosidad que despierta lo terrorífico en la imaginación femenil.

Belarmino besó a su hija con ternura y largueza Luego se la encomendó al aprendiz, dándole de paso una moneda de cinco céntimos: Toma una perrina, para que le compres una cachava de caramelo. Y que sea colorada, porque de ésas le gustan más. Y ya por su cuenta, Belarmino abrió el diccionario y comenzó a tomar notas en un cuadernillo de hule que sacó de la chaqueta.