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Haz por los hijos lo que en otros dias Hiciste por sus padres, cuando hendias Las esferas con ímpetu veloz, Para traer la centella salvadora Que de ese sol, que el universo adora, Brotó, y en tus pupilas puso Dios.

Mira, mocito, fué la contestación del veterano; en este endemoniado país yo ya no me admiro de nada. Á bien que hay en él más tunantes que conejos en los sotos de Hanson, gentes desalmadas todas, que se pasean de noche porque si lo hicieran de día no tardaría en echarles mano el verdugo. ¡Mala centella los parta y á dormir se ha dicho!

Y a todo esto, en los campos de batalla, en los desfiladeros, en las escarpadas laderas, en todas partes donde había moros, o romanos, o gentes enemigas de la fe cristiana o de las patrias libertades, o del común sosiego o de los fueros de la justicia, se veía, veloz como la centella, fiero como el león, un hombre largo y enjuto, cabalgando en un rocín de escasa talla, sin casco ni armadura, con la cabeza descubierta y bañada en luz, el pelo revuelto y las barbas erizadas, entrando por lo más espeso de la refriega, enristrada la lanza.. ¡qué digo lanza! un horcón de dos puntas, y con ellas desbaratando enemigos y lanzándolos al aire, como paja con el bieldo; volando después, mejor que saltando, sobre los abismos, entre los bosques, y peleando incansable e invencible hasta con las nubes cargadas de rayos y pedriscos y con los hombres malos que las empujaban contra la santa libertad de los pueblos y los fueros sagrados de la justicia.

Da fondo al escandallo, y verás que no hay agua para marear... ¿Qué quiere usted que haga entonces? ¿Quiere usted que le deje marchar tranquilamente para Madrid? ¿Quiere usted que le vaya a despedir, y a desearle feliz viaje, dándole las gracias además por el favor que me ha hecho? ¡No, mala centella que lo parta, no!... Mátalo, si quieres, pero no expongas tu vida.

Hoy es 1.º de Octubre dijo Sola, con frase rápida, como centella de palabra que de sus labios saliera. No, que es mañana apuntó Cordero riendo ; yo tengo el Calendario en el dedo. No quieras ahora que los días salten unos sobre otros. El tiempo es un señor a quien se ha de tratar con muchísimo respeto. Observa la calma y el método con que anda.

Me véis repleto y obeso al parecer y por ende me creéis bien comido, cuando lo que en realidad me hincha y me mata es una hidropesía incurable. ¡Pobre hombre! murmuró Roger. ¡Mala centella me parta si vuelvo á decir palabra! exclamó el arquero arrepentido. No juréis, dijo el peregrino, y por lo que á toca os perdono de corazón.

Que ni siquiera es de «ellos» ya... porque los sinvergüenzas desaforaos, la dieron por un pellejo de vino en cuanto faltó el baldragazas que los engendró en una osa montuna. ¡Cascajo! mala centella los parta en dos por los riñones. Y al fin y al postre, ¿qué viene a importarle ya esa caída a don Marcelo? ¡Le toca tan poco del parentesco!...

Al ir cayendo el sol se distinguían los coches a lo lejos por la móvil centella de sus faroles; pero confundidos ya colores y formas, cansábanse los ojos de Lucía en seguirlos, y con renovada melancolía se posaban en el mezquino y ético jardín. Ello es que nunca les faltó conversación. Los ojos de Lucía no eran menos incansables en preguntar que solícita en responder la lengua de Sardiola.

Como ramilletes de fuego saltaban las aves, é intentaban volar ardiendo vivas. Se desplomó un trozo del muro hecho de barro y estacas, y por la negra brecha salió como una centella un monstruo espantable. Arrojaba humo por las narices, agitando su melena de chispas, batiendo desesperadamente su rabo como una escoba de fuego, que esparcía hedor de pelos quemados. Era el rocín.

Pronto la hoz del nuevo pensamiento, a golpes de cerebro hacía mella en la raíz de instituciones rancias; y pronto sucedió el derrumbamiento al tajo vengador de la centella, que incubaron las mismas circunstancias.