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Jamás, mientras vivió, comprendí la hermosura de su alma. Ninguna belleza era comprensible para : el mundo y la vida me parecían desprovistos de esa cualidad. Tenía dentro de un infierno, nada podía apagar la llama que me devoraba. Todo cuanto yo tocaba quedaba reducido a cenizas. Ella me amó por compasión: el instinto, la necesidad, la voluptuosidad del sacrificio me la entregaron.

En ella tambien fué reducido en 1720 á cenizas frai José Diaz Pimienta, i en otros autos hechos en la misma ciudad i en el mismo siglo fueron quemados los huesos de don Diego de Avila, natural de Málaga, vecino i administrador general de rentas reales de Carmona, don Diego de Espinosa, natural de Alhama, vecino de Cádiz, i guarda mayor de millones en ella, Francisco Diaz de Espinosa, natural tambien de Alhama, i vecino i administrador de rentas en Cádiz, con los huesos ó las personas de muchos infelices presos i castigados por judaizantes.

Sirva este rasgo de sus obras de venerable lisonja á sus respetadas cenizas, y viva eterno en la mente de los estudiosos para viva idea de los aciertos

Era que también en ella realizaba la adversidad su obra saludable; la joven aprendía a considerar como hombres a aquellos desgraciados, escoria de la sociedad, pero en los que brillaba aún la chispa divina debajo de las cenizas.

Allí está reunido todo lo que la civilizacion moderna ha podido recoger de mas admirable y mas curioso y característico entre los resto de la civilizacion antigua, convertida por el tiempo en escombros y cenizas. El mundo moral se muestra allí en su infancia exuberante, y sin pulimento como el mundo físico.

Los franceses son los únicos hombres del globo que hacen cosas, las cuales obligan á que los cristianos se rian en el momento de visitar un Panteon. Ya dije, no mucho, que el patético de los franceses hace á un mismo tiempo llorar y reir, y lo que nos acaba de pasar es una prueba incontestable de que no los he calumniado. Es un patético que juega con las cenizas de los hombres.

A ellos debe y muy justamente su merecida representación en nuestro gran mundo. Con los apellidos de Rosalía ocurre lo que con los hombres del Evangelio: «Los últimos serán los primeros». Pero ello no quita para que los manes y cenizas de los primitivos Arregui y Pérez sientan cierto íntimo orgullo por su entronque con Cámpora y del Moral.

I en tanto que por Sevilla andaban tan poderosos i bravos los jueces de este tribunal, ya en la vecina ciudad de Córdoba habian comenzado á ejecutar grandisimos rigores. Una de las primeras personas reducidas á cenizas por judaizantes fué Pedro Fernandez de Alcaudete, tesorero de aquella iglesia.

Se lavó las manos y los ojos; después cogió un cazuelo en que había cenizas y carbones apagados, y pasando a una de las casas vecinas, volvió al poco rato con lumbre, sobre la cual derramó un puñadito de cierta substancia que en un envoltorio de papel tenía junto a la cama. Levantose del fuego humareda muy densa y un olor penetrante.

En este dia fué sacado á auto público i degradado de las órdenes que tenia i despojado de las vestiduras eclesiásticas, quedando en un sayo de paño: con el cual fué relajado al brazo secular, i condenado á sufrir vivo la pena de ser reducido á cenizas.