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Al derredor de esos sencillos cuadros de verdura se levantan en completa circunferencia estupendas moles de granito del aspecto y la tinta mas singulares; todas abruptas, ásperas; con arrugas y grietas enormes, unas cenicientas y opacas, otras del color del estaño con un brillo triste, otras negras ó pardas, presentando los mas curiosos juegos de luz y sombra, según la inclinación del sol; y ya redondeadas en las cimas, ya en picachos extravagantes, en agujas ó conos truncados, ó en filas circulares y dentelladas que remedan estupendas coronas de hierro.

Y con todo, debía de ser más temprano de lo que allí decía; no podían ser las ocho, ni siquiera las siete, se lo decía el sueño que volvía, a pesar de las abluciones, y con más autoridad se lo decía la escasa luz del día». «El orto del sol hoy debe de ser a las siete y veinte, minuto arriba o abajo; pues bien, el sol no ha salido todavía, es indudable; cierto que la niebla espesísima y las nubes cenicientas y pesadas que cubren el cielo hacen la mañana muy obscura, pero no importa, el sol no ha salido todavía, es demasiada obscuridad esta, no deben de ser ni siquiera las siete». No podía consultar el reloj de bolsillo, porque el día anterior al darle cuerda le había encontrado roto el muelle real.

D. Juan Nepomuceno le aterraba con sus grandes patillas cenicientas, sus ojos fríos de color de chocolate claro y su doble papada afeitada con esmero cancilleresco; le aterraba sobre todo con sus cuentas embrolladas, que él miraba como la esencia de la sabiduría.

No porque las cigarras duerman, no; antes bien porque Azorín se duerme a sus roncos sones. La habitación está en la penumbra; fuera, en los olmos, comienza la sinfonía estrepitosa... Las cigarras caen sobre los troncos de los olmos lentas, torpes, pesadas, como seres que no conceden importancia al esfuerzo extraestético. Son cenicientas y se solapan en la corteza cenicienta.

Cuando éste no tuvo más que decirme, continuó su acompasada marcha monte arriba, y no tardé en verle detenido con su caballo, y como encaramados los dos en el parapeto de una azotea, sobre el perfil de la loma, destacándose ambas siluetas en una mancha azul del cielo remendado de nubes cenicientas.

Pero una nube oyó las amenazas del ave carnívora, y desplegando en el éter sus cenicientas alas comienza a perseguirme, presumiendo ser en el cielo tan veloz como yo sobre la tierra, se fija sobre mi cabeza y así me amenaza entre los silbos del viento. "El insensato, ¿dónde va?

Mientras su alma se encogía ante el recuerdo, su cuerpo se inclinaba con una atracción material hacia aquel otro cuerpo, buscando instintivamente el contacto que hacía reflorecer su juventud con una nueva primavera; primavera triste, como lo son las sorpresas del destino, pero más dulce que las horas cenicientas de la soledad.

Enriqueta al pronunciar aquellas palabras se quedó callada, vagando su mirada por el Océano en cuyo majestuoso desierto quizá evocaría su querida memoria. Hay silencios que deben respetarse. Enriqueta por largo tiempo no separó sus negrísimas pupilas de las azules ondas, cuya movible superficie retrataba las cenicientas nubes que preceden á la noche. Esta bien pronto nos envolvió con sus sombras.

A lo largo de la calleja del Tostado llegaba un grupo de gente. Instantes después, el mancebo se halló sorprendido por Beatriz y doña Alvarez. Una y otra venían en sillas de manos. El negro manto de la doncella estaba cubierto de arena blanquizca y su tez descolorida por el polvo; las pestañas, cenicientas; los cabellos resecos y como canosos.

La madera es apreciada en construcción civil por sus buenas cualidades de elasticidad y resistencia; es de color blanco sonrosado con manchas cenicientas, y á veces de un rojo claro muy igual; su madera es sólida y resistente. Baticulin. Madera blanca amarillenta, muy floja y porosa; se labra con facilidad y adquiere buen pulimento.