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¡Qué noches aquellas de invierno! La buena madre de Laura, después de cenar á primera hora, sentábase en un extremo del anchuroso sofá de lana, y se ponía á hacer calceta debajo de un colosal velón que ardía solamente por uno de sus mecheros. Ella y sus hermanas se colocaban en torno de la mesa y trabajaban, hilando, cosiendo ó haciendo también calceta.

Primero llegaron mis guías, descargaron las bestias, las aseguraron bien y con las tablas de un cajón de comestibles, al que diéramos fin esa tarde, hicieron un buen fuego. Nos preparábamos a cenar, yo un tanto retirado de los peones, que nunca pudieron vencer su humildad y cenar junto conmigo, a pesar de mi invitación, cuando desembocó por un recodo mi caballero de la ardiente armadura.

Los mozos encendieron el gas, y continuó el tertulín de la tarde empalmándose con el de la noche. Algunos fueron a cenar y volvieron. A las ocho en todo el Casino no se hablaba más que del duelo.

¡Cómo! exclamó María . ¿Te vas a cenar y me dejas? ¿Me dejas sola y mala como lo estoy, por tu causa? ¡Pues qué! replicó el torero , ¿quieres que yo también me ponga a dieta? Eso no, morena. Me aguardan y me largo. Buen rato te pierdes.

Allí la gente robusta de la montaña podía cenar alegremente, teniendo por toldo el bellísimo cielo de invierno, que ostentaba a la sazón, en su fondo obscuro y sereno, su ejército infinito de estrellas. La casa estaba coquetamente decorada con el adorno propio del día.

A usted le habrán recomendado decía el compañero de Gabriel que guarde respeto al templo: que si desea echar un cigarro se vaya a la galería del Locum; que si quiere cenar se meta en la sacristía. Lo mismo me dijeron a cuando entré al servicio de la catedral. Palabras de gentes que se quedan a dormir en sus casas, muy tranquilas.

En las noches de invierno, cuando Gallardo no estaba en La Rinconada, reuníanse una tertulia de amigos en el comedor de su casa luego de cenar. Llegaban de los primeros el talabartero y su mujer, que tenían siempre dos de sus hijos en casa del espada. Carmen, como si quisiera olvidar su esterilidad y la molestase el silencio de la gran casa, retenía junto a ella a los hijos menores de su cuñada.

Llegaremos a Venta de Baños pronunció volviendo la hoja del Indicador mucho más tarde de lo que se acostumbra. Y en Venta de Baños... interrogó Lucía. Podemos cenar... si nos dan tiempo. En circunstancias ordinarias, no sólo se cena, sino que hasta se descansa un rato, esperando el otro tren, el expreso, el que ha de llevarnos a Francia. ¡A Francia!

Era Sabel, a quien el capellán miró con sorpresa, pues hacía bastante tiempo que no se presentaba allí. De parte del señorito, que baje a cenar. ¿Ha venido su padre de usted? ¿Ha llegado el médico? interrogó ansiosamente Julián, no atreviéndose a preguntar otra cosa. No, señor.... De aquí a Cebre hay un bocadito.

Con mucha freqüencia sucede que un rey sea destronado; y por lo que respeta á la honra que hemos tenido de cenar con ellos, eso es una friolera que ni siquiera mentarse merece. Apénas estaba Candido en el navío, se arrojó en brazos de su criado antiguo y su amigo Cacambo. ¿Y pues, le dixo, qué hace Cunegunda? ¿es todavía un portento de beldad? ¿me quiere aun? ¿cómo está?