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Y, de pronto, recordó la señora sus celos de momentos antes, y la escena ridícula que había hecho a su marido, cuando éste se debatía en las ansias de su crítica situación: le miró, ¡qué pálido y deshecho estaba! ¡qué injusta había sido, y qué tontas son las mujeres celosas! Se acercó al lecho. Y yo que creía... dijo, ¿me perdonas, Bernardino?

Lo que pasó por el alma de Isagani era indescriptible: ira, celos, humillacion, resentimiento rugieron en su interior; hubo un momento en que deseó que el teatro se desplomase; tuvo ganas violentas de reir á carcajadas, de insultar á su amada, provocar á su rival, armar un escándalo, pero se contentó con sentarse lentamente y no dirigirla jamás la mirada.

Don Paco se levantó sin pizca de celos, porque todo se convirtió en amor, y dijo: me citaste una copla; no quiero ser menos; voy a citar otra, aunque tenga que llamarte en ella no por tu nombre, sino como se llama la madre de tu santo: Las flores del romero niña Isabel, hoy son flores azules, mañana serán miel. Y si han de ser miel mañana, ¿no es mejor que lo sean en este mismo instante?

Escucha, alma de mi alma la dijo don Juan ; una casita bella, apartada, donde yo vaya á verte de noche; un jardín solitario, donde sólo el firmamento estrellado sea testigo de nuestra dicha; un amor eterno, embellecido por el deseo y por el misterio; hermosos hijos en quienes veas reproducido tu amor; una vida tranquila; sin celos... ¡Sin celos!... ¡Qué amante puede tenerlos de una esposa!

SANCHO. Yo lo conozco y lo creo. ¡Ay, que me muero de amor! ¡Ay, que me abraso de celos! ¿A cuál hombre ha sucedido Tan lastimoso suceso? ¡Que trujese yo a mi casa El fiero león sangriento Que mi cándida cordera Me robara! ¿Estaba ciego? estaba; que no entran bien Poderosos caballeros En las casas de los pobres Que tienen ricos empleos.

En tan congojoso estado de indecisión se hallaba el americano cuando sucedió lo que hemos visto en el capítulo anterior: el encuentro con los amartelados jóvenes y la conversación con Andrés, a quien quiso sonsacar. Aquella noche le picaron los celos crudelísimamente y el demonio de la voluptuosidad le presentó a su sobrina más hermosa y apetecible que nunca.

Si , si tus soldados, si los hombres, Si las aves, los peces, si las fieras, Si todo sabe amor, si todo teme Perder su bien, y con sus celos propios Defiende casa, nido, mar y cueva, Llora, lamenta, gime y brama; advierte Que celos y sospechas me obligaron Al desatino que a tus pies me rinde.

El padre Aliaga hizo una poderosa reacción sobre mismo, se preparó, como siempre que la reina le recibía en audiencia, y entró. Doña Clara cerró la puerta y desandó el mismo camino que había traído, murmurando: ¡Infeliz! ¡Cuánto debe sufrir! ¡Yo no sabía lo que hacen padecer los celos!

Yo esperé que me sirvieras en este negocio; pero con la necedad de tus celos no has hecho nada. ¿No sabes cuál es mi proyecto ahora? Confiarme a lord Gray, revelarle todo, suplicándole que me facilite lo que tanto deseo.

Al día siguiente era menester llevársela marchita; la deshojaba cuidadosamente y me ponía la nueva. La idea de que pudiera regalar aquella flor a otra mujer la estremecía. Empezaba a notar con deleite que sentía celos, celos inconscientes y vagos que ansiaban formularse, sin llegar a conseguirlo.