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Presentía yo hermoso día, uno de esos inolvidables días que dan a las almas de los niños festivo buen humor; uno de esos días que convidan, a sacudir el yugo escolar para irse por los campos a tenderse bajo los álamos del río, cabe las ondas murmurantes, cerca de las piedras cubiertas de musgo, lejos del dómino cetrino e irrascible, lejos de las coplas del Iriarte, de las discusiones del Foro y de las catilinarias terríficas; día de los más bellos para salar.

Desconfiada, sin embargo, porque la idea de que su prodigio, su ídolo, fuera a caer en la cueva hedionda de los Vargas la horrorizaba, no quiso llevarla más a bailes, pero esta determinación, fácil de realizar dada la docilidad de la niña, parecióle muy poco, y día a día, ella y don Bernardino, renovaban sus catilinarias contra la odiada familia.

Lo primero que hizo el condenado fué dejarse crecer las barbas, despotricarse en los clubs, escribir tremendas catilinarias contra los de su oficio, y, por fin, operando verbo et gladio, se lanzó á las barricadas con un trabuco naranjero que tenía la boca lo mismo que una tompeta.

El arte mímico ha llegado á una gran altura en el viejo mundo; pero juramos á nuestros lectores, que con toda aquella mímica junta, no se llega á la expresión que envuelve el hecho de pararse un bagontao ante una dalaga, y rascarse. Las uñas en este caso tienen más elocuencia que todas las catilinarias juntas.