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Sabe allí que la guerra del Brasil va a principiar, y dejando a sus amados salvajes, sienta plaza en el ejército en su grado de alférez, y tan buena maña se da y tantos sablazos distribuye, que al fin de la campaña es capitán graduado de mayor y uno de los predilectos de Lavalle, el catador de valientes.

Encarnación era costurera; moza robusta, colorada, mofletuda, de fisonomía vulgar. Entre los artesanos de Sarrió pasaba por la mejor moza de las cuatro: para el catador inteligente y refinado valía muy poco.

Amaba también las flores y las mujeres, muy especialmente a la mujer del prójimo. Era catador insaciable de la fruta del cercado ajeno. Su vida se deslizaba modesta y feliz, regando las gardenias de su jardincito de la calle de Ferraz y seduciendo a las esposas de los amigos.

Eso va en gustos... Y también influye el hábito arguyó Casta con la suficiencia y formalidad de un catador de vinos . Como yo me he criado bebiendo el agua de Pontejos, que es la misma que la de la Merced, que hoy llaman Progreso, toda otra agua me parece que sabe a fango. No insistiré en lo mucho que se dijo sobre este tratado de las aguas de Madrid.

Mas aquella mansísima señora se estremecía cuando pensaba que, por parecer proporcionados en la gran hermosura externa, pudiesen algún día acercarse en amores aquel catador de labios encendidos y aquella copa de vino nuevo.

Salud, gran rey de la rebelde gente, salud, salud, Pepillo, diligente protector del cultivo de las uvas y catador experto de las cubas». A cada instante era el poeta interrumpido por los aplausos, las felicitaciones, las alabanzas, y vierais allí cómo por arte mágico habíanse confundido todas las opiniones en el unánime sentimiento de desprecio y burla hacia nuestro rey pegadizo.

Pero mi criado me espera en mi casa, como espera la cuba al catador, llena de vino; mis artículos hechos moneda, mi moneda hecha mosto, se ha apoderado del imbécil como imaginé; y el asturiano ya no es un hombre; es todo verdad. Mi criado tiene de mesa lo cuadrado y el estar en talla al alcance de la mano.

Por más extraño que á V. le parezca, llevo también vino á esa tierra del vino. Yo recuerdo que V. era un excelente catador; que V. tenía un paladar muy fino y una nariz delicadísima. Espero, pues, que ha de comprender y estimar el mérito de los vinos de extranjis que yo lleve, y que no caerán en su estómago como si cayesen en el sumidero. Estoy muy contento de que me viva aún la chacha Ramoncica.