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Gallardo, que se trataba con los señoritos de Sevilla, no quiso que su madre siguiese habitando la casucha de sus tiempos de miseria. Por él se hubiesen trasladado a la mejor calle de la ciudad; pero la señora Angustias quiso seguir fiel al barrio de la Feria, con ese amor que sienten al envejecer las gentes simples por los lugares donde se desarrolló su juventud. Vivían en una casa mucho mejor.

Seguía bebiendo, pero esto no le impedía trabajar briosamente, pues le era necesario reunir nuevas economías después de permitirse el lujo de enviar un emisario especial al desierto de Atacama. Aunque volvió muchas noches á su casucha tambaleándose ó apoyado en el brazo de un compañero, jamás le salía al encuentro la mujer del manto negro llevando el niño de una mano.

Dicho esto, besó a Luisa, y cogiendo de un brazo a Marcos Divès y del otro a Jerónimo, se dirigió a su casucha, seguido del resto de la comitiva, que repetía a coro los sublimes cantos del anciano.

Su padre la hablaba con admiración de los grandes hombres desconocidos a los que había tratado en sus tiempos de impresor. Al presentarse Maltrana, ella pensó que era uno de aquellos seres que, vistos desde la casucha del dañador, aparecían como semidioses.

Se había instalado en la Celle-Saint-Cloud, como todos los años, para pasar el verano, y en sus paseos por el bosque de Saint-Cucufa, veía en la eminencia de Montretout la casa de su primo. Con mucha frecuencia pensaba: "Si tuviera á mi disposición durante un día uno de los grandes cañones del Mont-Valerien, ¡cómo aniquilaría la casucha de ese miserable!

«Llegó un día dijo Guillermina, suspendiendo su labor, para contar el caso a varios amigos de Barbarita , en que las cosas se pusieron muy feas. Amaneció aquel día, y los veintitrés pequeñuelos de Dios que yo había recogido y que estaban en una casucha baja y húmeda de la calle de Zarzal, aposentados como conejos, no tenían qué comer.

Otro iba a desahuciar a una probe viejesita porque yevaba un año sin pagá el alquiler de una casucha en la que vive desde tiempo de sus pares.

Marchose la entremetida, y ella permaneció largo rato mirando a la calle, al través de los cristales, sin verla. Desde las siete de la mañana del día siguiente estaba Luis aguardándola en la casucha de Jacoba. No había allí más que una cocina en la planta baja y una salita arriba con alcoba, tan bajas de techo que el conde con sombrero tocaba en el cielo raso.

Un hombre de larga barba ensortijada y canosa, fumaba sentado ante una casucha que era la peor del barrio. Tenía los ojos casi ocultos bajo las cejas y un gesto de desdén contraía á cada momento su cara negruzca. Al ver al médico no se llevó la mano á la boina ni abandonó su inmovilidad de fakir, como si estuviera abstraído en la contemplación de la miseria que le rodeaba.

Tuvieron un hijo, y dos meses después murió Pepet lentamente, como luz que se extingue, llamando a su mujer hasta el último momento, extendiendo hacia ella sus manos ansiosas. ¡La que se armó en el pueblo! Ya estaba allí el efecto de las malas bebidas. La vieja se encerró en su casucha temiendo a la gente; la hija no salió a la calle en algunas semanas y los vecinos oían sus lamentos.