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Escucha bien lo que voy a decirte, amada mía; yo hubiera debido castigarte seriamente por haberme decidido por tus súplicas a ir a escuchar las fantasías de una loca. Te he perdonado; pero no me rompas más los oídos con tu charla, o si no... ¿Sus predicciones han sido, pues, siniestras?

Yo me apresuré a leer la carta de doña Pepita. ¡Qué larga se me hizo la velada! Al fin me vi sola en mi cuarto, y entonces leí, y releí, y volví a leer tu cartita. ¿Por qué eres tan perezoso a tu Linilla? ¡Seis plieguitos! ¿No es cierto que ahora será más? Si no es así, voy a castigarte. Y ya verás: una hojita... y... ¡será mucho!

Ya ves que me manda castigarte por lo que has hecho ayer. Al decir esto sonreía dulcemente, como si le noticiase que le iba a regalar alguna golosina. Josefina la miró sorprendida. ¿Castigarme? Madrina ya me ha hecho dormir en el suelo. No importa, eso es poco para maldad tan grande como escaparse de casa. Habrá que darte algunos azotes.

No llores, tontina, que el dolor de los zurriagazos pasará y la ciencia te quedará en la mollera para siempre dijo cortando con su navaja un pedazo del pan y metiéndolo en la boca. Si quieres saber mi dictamen, cuanto más te peguen más contenta debes de estar. ¿Qué serías si Concha no tuviese la misericordia de castigarte duro?

Yo lo hubiera proclamado a voz en cuello, y, lejos de castigarte, el tribunal te hubiera felicitado por el modo que tienes de cumplir tu misión. Un joven moreno... La señorita de Sarcicourt... el rosario... Abuela, si yo hubiera sido romana, no hubiera podido reclamar contra ti ante el magistrado... Y las leyes permitían a la joven romana obligar a su padre o a su tutor a casarla.

Sin embargo, ocurre que el sol, que tiene celos del agua, a la que también adora, sorprende a los dos amantes y se pone furioso. «¡Ah! exclama en ese tono con que se dicen estas cosas en las comedias ¡ah! ¿Conque estás hablando de amores con la sal? ¿Conque la has hecho salir de su cárcel, donde estaba encerrada por orden mía? ¡Pues yo voy a castigarte!» Y entonces el sol, que es un hombre terrible, manda un rayo feroz contra el agua; la cual, como es tan inocente, tan medrosica, abandona a la sal y huye toda asustada.

Pretendes que deje de querer a mi marido porque no es rico. Piensa que Dios puede castigarte algún día. De estos sufrimientos no daba cuenta a su esposo. Al contrario, en su presencia mostraba el mismo semblante tranquilo, risueño. Pero volviendo a necesitar dinero, la escena con su madre fue mucho más cruel.

Su imaginación fabricó las más inverosímiles deducciones para explicarse á misma esta pérdida injusta. Dios quiere castigarte por tu mala vida, y ha matado por eso á Esteban y me matará lentamente á ... Cuando supe su muerte quise arrojarme por el balcón.