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Todo el vecindario de Torresalinas se reía á aquellas horas, celebrando el chasco, y aun hubiera reído más, viendo, como yo, la cara que ponía aquella gente al encontrar por todo cargamento unos cuantos bultos de tabaco malo. ¿Y qué pasó después? pregunté al viejo. ¿No castigaron á nadie? ¿Á quién? Únicamente podían castigar al pobre Socarrao, que quedó prisionero.

Mucho debió de menguar el amor a la monarquía por entonces, pues en pocos años se descubrieron y castigaron temerosas conspiraciones fraguadas por poderosos y nobles.

Todo el vecindario de Torresalinas se reía a aquellas horas, celebrando el chasco, y aún hubiera reído más, viendo, como yo, la cara que ponía aquella gente al encontrar por todo cargamento unos cuantos bultos de tabaco malo. ¿Y qué pasó después? pregunté al viejo . ¿No castigaron a nadie? ¿A quién? Únicamente podían castigar al pobre Socarrao, que quedó prisionero.

Bien es que ya no es tan general este vicio, en el que no conciben infamia, pues tal vez el que este año lo castigaron por ladrón, al siguiente lo hacen alcalde.

La lucha fue entonces horrible en toda la nave, y Morsamor, que tanto deseaba laureles incruentos, antes de los laureles tuvo la sangre. Mucha se vertió, aunque la rebelión fue vencida. Con la muerte sofocaron y castigaron Morsamor y Tiburcio aquella rebeldía. Quince cuerpos muertos de sus más valientes compañeros fueron arrojados al mar y pasto de los peces.

A muchos quitaron cruelmente la vida, á otros castigaron atrozmente poniéndolos en estrechas prisiones. A todos despojaron de sus bienes, y á los que quedaron con vida, despues de muchas injurias, los deportaron al Africa.

De tal modo se atrevieron á disponer y administrar las cosas á su propio arbitrio, y habiendo sacado todas las telas preciosas de lino, y 62 sacos de algodon, 1,210 arrobas de lana en 37 sacos, 20 piezas de lienzo de algodon, 14 piezas de bretaña, 30 sacos de tabaco con 500 arrobas, algunas piezas de todo género de paño, de angaripola y corales, 1,000 cuchillos, 200 frenos, 200 espuelas, 700 arrobas de yerba, las tomaron, y repartieron al pueblo libremente: y tratando á sus curas con imperio, tambien los castigaron cuatro dias con ayunos, no dándoles sino un solo plato de carne de buey.

Para él fue un día de júbilo casi celestial, un día de esos en que el sol parece como que retoza en las almas, aquel en que vio publicado sus versos. Mas, poco le duró este contentamiento, pues cuando llegó a su casa mostrando su producción, los padres, que no estaban de acuerdo con esos juegos de la fantasía y viriles arranques de cubanismo, lo castigaron severamente.

La serenidad le salvó al capitán y quizá también nuestros informes. El inglés, que es muy perro, no necesita muchos expedientes para ahorcar a un capitán sospechoso de piratería. No en balde han pirateado ellos durante cientos de años. Tristán, el de la cicatriz, se manifestó rebelde y lo castigaron varias veces.