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Aquí serás mi amigo, lo mismo que en Madrid me dijo entrando juntos en la sala de juego . Si estás en la Isla, te visitaré. Quiero que vengas a las tertulias de mi casa. Dime, cuando vienes a Cádiz, ¿paras aquí en casa de la condesa? Suelo venir aquí. ¿Sabes que mi parienta aprecia la lealtad de los que fueron sus pajes?... Ya sabrás que de esta me caso. La condesa me lo ha dicho.

En tu caso ya te lo he dicho y repetido cien veces, y es necesario que aceptes el tratamiento que te receto: te vienes con Lorenzo y conmigo a la estancia del viejo; pasamos allá una temporada, cuanto más prolongada mejor.

El portero no hizo caso de sus palabras y continuó: ¿Cuánto cobra usted al mes? El rubio me dijo que cincuenta rublos. No es mucho. ¡Doscientos! dijo Krilov, observando con una alegría maligna que el rostro del portero expresaba casi el entusiasmo. ¡Oh, doscientos! Eso es otra cosa... ¿Quiere usted un cigarrillo?

Se dice que este fin de siglo es eminentemente práctico, egoísta y anti-sentimental. He aquí un caso que puede hacer pensar á los filósofos. ¿Qué van á decir los que aseguran que se ha perdido en Francia la energía individual? Nos encontramos en presencia de un caso de exaltación como no se veían sino en las ardientes épocas revolucionarias.

Que haya unión de chino y europea ó viceversa, y de seguro los hijos son chinos; que la haya de india con chino y la prole es china y siempre china, no dándose ni aun el caso del salto atrás, pues tan chino es el biznieto de chino como el tataranieto, por más que este nazca en Europa y no se conozca en la familia el más leve recuerdo del Celeste Imperio.

No siendo pues el uno causa del otro en el órden interior, debieron tener una dependencia en el órden exterior: es decir, que en el caso que estoy examinando, aunque continuó existiendo la causa que producia el uno, debióse de interrumpir la conexion que esta causa tenia con la que producia el otro: y así era en efecto; tirando del cordon no venia el sonido, por la sencilla razon de que habian quitado la campanilla.

Posible era también que el convencimiento que necesariamente tendría de que para la enfermedad de su hijo no había humano remedio, le quitara, con la esperanza de conservarle, las fuerzas para sufrirle; pero, en este caso, ¿qué pensar de la calidad de aquel extraño sentimiento que se manifestó en la casa, haciendo a todos los moradores de ella siervos pacientísimos de la tiranía del presunto heredero de los títulos de su padre?

En el primer capítulo dábanse detalles históricamente exactos, como la fecha del nacimiento y la ciudad provinciana donde fuera la residencia de monsieur Jaccotot. Ambos datos le habían sido preguntados, fingiendo un hipócrita interés de simpatía... Cierto era también que se casó hacía más o menos unos veinte años.

Seguía Julián a Nucha en sus exploraciones, a fin de vigilar y evitar, si cabía, cualquier suceso desgraciado. Y en efecto, su intervención fue provechosa cuando Nucha descubrió en el gallinero cierto pollo implume. El caso merece referirse despacio. Había observado Nucha que en aquella casa de bendición las gallinas no ponían jamás, o si ponían no se veía la postura.

Sin alzar los ojos del papel estiraba de rato en rato toda la piel de la boca, mostraba los dientes blancos, finos y claros, y por entre los huecos de ellos sorbía una gran porción de aire. Isidora, harto ocupada de su dolor, no hacía caso del anciano escribiente; pero este no cesaba de echar ojeadas oblicuas a la joven como buscando un motivo de entablar conversación.