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Pero lo que mayormente excitó la curiosidad de ambas señoras fue un gran tablero que en el centro de la estancia había, cogiéndola casi toda; una mesa armada sobre bancos como la que usan los papelistas, y encima de ella grandes paquetes o manos de pliegos de papel fino de escribir.

La tarde caía; pronto iba a ser de noche, y como Feijoo tenía horror a la oscuridad, su amiga encendió luz, que puso en la mesa de camilla, y cerró después las maderas. «¿En dónde has estado hoyle preguntó D. Evaristo, que casi todas las noches le hacía la misma pregunta, no por fiscalizar sus actos, sino porque de aquella interrogación salía casi siempre una plática agradable.

Pepe había dicho claramente a Paz la situación de su familia; que su padre era un antiguo y modesto funcionario de Hacienda; que él tuvo que abandonar la carrera por falta de recursos para seguirla, ateniéndose a un empleo concedido casi por caridad; pero no pasó adelante: nada dijo de la imprenta, del apoyo de Millán, de las galeradas, ni de sus tareas de jornalero.

La luz del fuego, el son de los bélicos instrumentos, casi cegaron y atronaron los ojos y los oídos de los circunstantes, y aun de todos los que en el bosque estaban.

Una especie de foso con su borde lleno de cieno seco y hojas en descomposición, nos enseña que en este paraje el curso de las aguas es tranquilo y casi sin corriente; más lejos, el lecho aparece apenas trazado porque las aguas se resbalan con rapidez por la gran pendiente; en otra parte, las aristas paralelas de los asientos rocosos atraviesan oblicuamente el fondo desde una á otra orilla, formando obstáculos sobre los cuales la corriente se descompone formando pequeñas ondas.

En Burdeos residen consulados de casi todas las naciones comerciales.

Saludaba yo a la condesa, cuando se me acercó doña Flora, y pellizcándome bonitamente con todo disimulo el brazo por punto cercano al codo, me dijo: Se está usted portando, caballerito. Casi un mes sin parecer por aquí. Ya que se divirtió usted en el puente de Suazo con las buenas piezas que llevó allí el Sr. Poenco hace ocho días... ¡Bonita conducta!

Se habló mucho de esto; se fueron las Escribanas, y entraron, casi unos tras otros, el juez de primera instancia, el abogado Canales, Codillo con sus hijas, el médico don Cirilo, las Corvejonas y algunos notables más de la villa.

Procedía a veces como si no quisiera hablarla, y no se ocupaba de ella durante varias semanas; después, de repente, casi le hacía de nuevo la corte.

Una mortal congoja le acometió pensando en esto, como si ya la decisión estuviese tomada, y para salir de ella tuvo que decirse: «Ya veremos, ya veremos... Ahora es muy difícil, casi imposible, volverse atrás... La madre ya lo sabe... Don Rosendo también... y Cecilia a estas horas acaso...» El ángel aflojó sus brazos, cansados ya, desprendió las manos y cayó al fin rendido.