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Por eso, naturalmente, nos hemos atrasado tanto, y lo poco que se apaña se lo birla el casero. Ido, desde que se dijo aquello del billete perdido, no volvió a levantar los ojos de su trabajo. Aquel descuido que tuvo le avergonzaba como si hubiera sido un delito.

Existe cierta lógica en esperar a que el individuo acuse su personalidad para luego aplicarle la denominación correspondiente; porque si el individuo es tímido como un conejo casero, resulta paradógico ponerle el nombre de Napoleón.

Pertenecía el Vivero a la parroquia rural de San Pedro de Santianes; Pepe el casero era aquel año factor de la fiesta de la parroquia, y pensaba echar la casa por la ventana, «para no dejar mal al señor Marqués». Anita, en la postdata de su última carta decía al confesor: «El Marqués me ha dicho que piensa invitar a usted a la romería de San Pedro.

Va una dama con gran fuero, Y gran pompa y grande brillo, Siguiéndola un carnerillo Que es animal muy casero. Con su manojo de parras Iba el animal ufano, Cuando llega un Don Fulano Que es amigote de marras, ¿Y su esposo? dice luego. Detrás viene, dice ella ... ¡Oh prodigio de la estrella! Detrás marchaba un borrego. A lo léjos, muy á lo léjos, apareció una víctima. Era el marido. A última hora.

Y, en esto, comenzó a llorar tan amargamente que don Quijote, mohíno y colérico, le dijo: ¿De qué temes, cobarde criatura? ¿De qué lloras, corazón de mantequillas? ¿Quién te persigue, o quién te acosa, ánimo de ratón casero, o qué te falta, menesteroso en la mitad de las entrañas de la abundancia? ¿Por dicha vas caminando a pie y descalzo por las montañas rifeas, sino sentado en una tabla, como un archiduque, por el sesgo curso deste agradable río, de donde en breve espacio saldremos al mar dilatado?

Vamos a contar» dijo ella extendiendo su tesoro sobre el veladorcito del gabinete, mueble de hierro pintado que se salvó por milagro. Don José puso la luz en el velador y tomó asiento. «¡Si hay aquí un dineral! El billete es de doscientos...; veinte, cincuenta, ochenta. Total: setecientos veintiocho reales y dos perritos. Y no debo nada al casero... Estamos bien.

Sus miembros eran invariablemente Visita y un primo suyo. Visita, por economía, y porque le daban asco el pastelero y el confitero, fabricaba por su cuenta, y bajo su dirección, los hojaldres, los almíbares, todo lo que podía hacerse en su cocina. Después resultaba que en su cocina no se podía hacer nada. ¡El pícaro humo! El casero, que no ensanchaba el horno... ¡diablos coronados!

Soledad, y negrura, y miseria, que no otra cosa en mi casa hallaríamos; y a más que como en ella no queda más para mi que la memoria de mis acerbas desventuras, cuando con mi madre dejela, la llave dejé al casero.

El público elogiaba la soltura del bailador de Azpeitia. Un viejo casero hablaba á sus amigos en vascuence á espaldas del doctor. Aquel aurresku no le llamaba la atención; él los había visto danzados por reyes en los buenos tiempos de la guerra.

Ella es la que se empeña en eso dijo con despecho el marqués ; yo bien me figuré que era un disparate... por más que no creí a mi mujer tan endeble.... En fin, ahora tratamos de que no nazca el niño para rabiar de hambre. ¿Tendré tiempo de ir a Castrodorna? La hija de Felipe el casero, aquella mocetona, ¿no sabe usted?... ¿Pues no he de saber? ¡Gran vaca!