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Sería, pues, preciso tener la facultad de recibir en nuestra casa al joven con quien pudiéramos casarnos y llegar así por el conocimiento al amor. Pero esto está terminantemente prohibido. Recibir jóvenes en una casa donde hay muchachas sin hermanos, sería exponerse a perder la buena reputación y atraerse toda clase de molestias mezcladas con las más estúpidas observaciones.

Di: si nos casáramos, ¡qué tranquilidad!... que sabes tanto, contesta: ¿llegaremos a casarnos alguna vez?...

¡Melancólica! ¿Por qué?... Lo estaría si me hubieran enchiquerado allá en el colegio... ¡Pero ahora! ¡Anda, hijo; pues si estoy como el pez en el agua! ¿No te veo todos los días? ¿No me dices que me quieres? ¿No vamos a casarnos? Bien...; pero creí que sentirías a tu madre. A mamá la quiero mucho; pero a ti te quiero retemuchísimo más... No te des tono, porque yo siempre he tenío muy mal gusto.

A veces, con una timidez ruborosa y huyendo la vista, preguntaba a Ojeda por el estado de sus negocios. «¡Si tuvieras un dinero que necesito!»... Y cuando él, con apresuramiento, satisfacía su demanda, María Teresa parecía arrepentirse. ¡Qué vergüenza! ¡Yo pidiéndote dinero!... Es para algo importante; ya sabes... el pleito. Pero en fin, como hemos de casarnos, todo lo nuestro debe ser común.

En la actitud de su novio adivinó en seguida lo que pasaba. Pues bien, señora, lo que tengo que manifestar a usted es que, lo mismo Carlota que yo, deseamos casarnos cuanto más antes. ¡No, no! ¡yo no! exclamó la joven encendida en rubor y echando a correr. D.ª Carolina se mostró sorprendidísima. ¡Pero eso es un escopetazo, Costa!

Verdad es que él se da por vencido por el momento, y dice que, pues se casa conmigo, no debe de estar en su juicio cabal, y que ya, sin casarnos, le he ganado la partida y la apuesta; pero, por lo mismo, añade que desea casarse para vengarse y desquitarse.

La he ocultado cuidadosamente mis tristezas y mis temores, como el señor Roussel disimulaba delante de usted sus agitaciones.... Pero, Dios mío, señorita, ¿por qué esa hostilidad? ¿Qué son ustedes el uno para el otro? Somos primos hermanos y hemos estado para casarnos. Mauricio no encontró una sola palabra que responder.

¡Casarnos! ¿y para qué?... Eso es para otros. Quiéreme mucho, niño mío, ámame cuanto puedas... Yo sólo creo en el Amor. Pero bebé, ¿cuándo llegamos a la isla?... Me fatiga estar en este banco, lejos de ti, viendo esos bracitos míos, cómo se cansan de tanto darle a los remos. ¡Un beso!... ¡aunque te enfades! Eso te refrescará.

Mujer, quiérese decir... que si admites el arriendo del trato, puedes, es decir, podemos... casarnos los dos. La risa homérica que soltó la insigne Tribuna al verse requerida de amores por aquella montés alimaña, se cambió presto en cólera al advertir que Chinto continuaba brindándole su mano y corazón con las discretas razones ya referidas.

Ella se entregó voluntariamente, resbalando por la suave cuesta de la costumbre; pero al recobrar la serenidad mostró un vago remordimiento. «¿Estará bien lo que hacemos?... ¿No es inoportuno continuar la misma existencia cuando tantas desgracias van á caer sobre el mundoJulio repelió estos escrúpulos. ¡Pero si vamos á casarnos tan pronto como podamos!... ¡Si somos lo mismo que marido y mujer!