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Pero este y los demás Castrillos habían muerto tísicos. En cuanto a ellas, se habían dispersado, mal casadas tres, monja una y perdida la otra por un seductor del provincial de Logroño, el capitán Suero». Al llegar a la casa número nueve el habilitado del clero suspiró con gran aparato. Ahí... todos ustedes recuerdan quién vivía el año cuarenta.... La Tiplona, dijeron unos.

Con el ìban solteros y casados, Casadas y doncellas de viage, En tres navios mal aderezados, Con una zabra mala y de mal trage. Al parecer

Emma, siguiendo el ejemplo de algunas otras casadas, que bailaban también, aceptó unos lanceros a que la invitó el presidente del Casino, y poco después bailó con Minghetti una polca íntima, género de desfachatez tolerada que empezaba entonces a hacer furor y no pocos estragos morales. La polca íntima de Minghetti fue para ella una revelación.

Las dos hermanas casadas, Candelaria y Benigna, iban alguna vez, Jacinta casi siempre; pero se divertía muy poco. Aquella mujer mimada por Dios, que la puso rodeada de ternura y bienandanzas en el lugar más sano, hermoso y tranquilo de este valle de lágrimas, solía decir en tono quejumbroso que no tenía gusto para nada.

Llevada á feliz término esta obra de caridad y de elocuencia se subió al columpio. Mientras Velázquez iba de grupo en grupo haciendo penar á mocitas y casadas con sus palabras, humildes y desdeñosas á un tiempo, y el atractivo de su elegancia, Manolo Uceda se había acercado al de Soledad y María-Manuela. Quiso entablar conversación aparte con la primera, pero no pudo conseguirlo.

¡Infelices! exclamé llena de conmiseración por aquellas hermanas de antaño. Los siglos pasados continuó el cura, que se creía en su cátedra, están llenos del ruido de esas vocaciones obligatorias, gracias a las cuales no había entonces más que pocas o ninguna solterona en el mundo. La totalidad o poco menos de las mujeres no casadas, eran entonces encerradas en los conventos...

Juntas crecieron en el convento cuando niñas; juntas gastaron riqueza y derrocharon alegría, siendo mientras pudieron ligeras y frívolas como su propia juventud; al mismo tiempo amantes, casadas, viudas y madres: sus dichas y sus penas parecían tan hermanadas como ellas mismas; pero había llegado la hora de que se rompiese el misterioso paralelismo de sus vidas.

Ellos, en sus códigos, determinan cuándo las mujeres somos capaces y cuándo incapaces, habiendo resuelto que seamos menos capaces cuando estamos a su lado, ya que las casadas no pueden comprar, ni vender, ni contratar, ni comprometerse, como las solteras mayores de edad.