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Desde aquellos días se entenebrecieron más sus ideas sobre las gentes y las cosas del mundo, y le parecieron lo más abominable de él las mujeres casadas de más alegre y más lujosa vida. ¿No habrían perdido tres hijos..., dos, cuando menos; uno siquiera? Pues ¿dónde estaban las señales de su pesadumbre? No podían ser buenas madres las que olvidaban a sus hijos muertos.

Las que la acompañaban, casadas todas, la acariciaban sin cesar, pasando la mano por sus cabellos, dándole palmaditas en las mejillas, cogiéndole las manos y de vez en cuando inclinándose para estampar un beso en su frente con esa condescendencia, mitad cariñosa, mitad irónica, con que las veteranas del matrimonio contemplan a las bisoñas.

Flor de las comedias de España de diferentes autores, recopiladas por Francisco de Ávila, parte 5.ª: Madrid, 1616. El ejemplo de casadas y prueba de la paciencia, de Lope de Vega. La desgracia del rey D. Alfonso, el Casto, de Mira de Mescua. Tragedia de Los siete infantes de Lara, en lenguaje antiguo, de Hurtado Velarde, vecino de la ciudad de Guadalajara.

La misma osadía de sus frases quitaba valor a cuanto salía de su boca. ¿Por qué incomodarse con él si todo el mondo sabía su condición? Requebraba a las hijas delante de sus padres, a las casadas en presencia de los maridos... y nadie le hacía caso.

La primera vez que pensó esto tuvo remordimientos para una semana; pero volvió la idea a presentarse tentadora, y como en las novelas que saboreaba sucedía casi siempre que eran casadas las heroínas, pecadoras , pero al fin redimidas por el amor y la mucha fe, vino en averiguar y dar por evidente que se podía querer a una casada y hasta decírselo, si el amor se contenía en los límites del más acendrado idealismo.

Por cumplir, más que por gusto, Fortunata tuvo la condescendencia de decir algo, reservando, como es natural lo más delicado. Doña Lupe se entusiasmó tanto con aquella muestra de sumisión, que hizo gala de sus facultades profesionales, y terminó así: «Te aseguro que si me obedeces, te quitaré eso de la cabeza y serás lo que no eres, un modelo de mujeres casadas.

18 Casadas, estad sujetas a vuestros propios maridos, como conviene en el Señor. 21 Padres, no irritéis a vuestros hijos, para que no se vuelvan de poco ánimo. 24 estando ciertos que del Señor recibiréis el salario de herencia, porque al Señor Cristo servís. 4 para que lo manifieste como me conviene hablar. 5 Andad en sabiduría para con los extraños, ganando la ocasión.

Para el padre Anselmo era doña Inés modelo de casadas y de madres de familia y dechado ejemplar de señoras distinguidas y doctas. En todo cuanto le dijo acerca de Juanita no advirtió otro intento que el de evitar o reprimir el escándalo y el mal ejemplo que en el Jugar se estaba ya dando.

Esta costumbre, que se trata de estirpar, obliga entre tanto á los curas á unir en la mas tierna edad á los jóvenes, con el objecto de cohonestar en cierto modo la conducta de estos y la de sus deudos; por lo que se ven niñas de ocho años formalamente casadas con mancebos de doce.

Y así como no se dice que todas las casadas son desagradables, porque lo son algunas, se debe tener la misma circunspección respecto de las solteras. Es verdad respondí. Pero el mundo no hace esas distinciones y condena a las solteronas en conjunto.