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El salón rebosaba de gente; pocas máscaras, no obstante. Las que había, desfilaban entre los carruajes dando saltos para no ser atropelladas, y se montaban en la trasera de ellos, en el estribo, y a veces se sentaban al lado de los dueños para embromarlos.

Las comadres se empujan; los muchachos se derriban; los unos se encaraman en los bancos; los otros trepan a los árboles; los carruajes se adelantan al paso, majestuosamente; ábrese de par en par la puerta principal y los recién casados aparecen en el umbral, ella resplandeciente de dicha en la blanca nube que la aureola, y él un poco molesto por aquellas miradas curiosas.

En medio de este alboroto, oíanse las notas sueltas de un piano, martirizado en manos del afinador. Al día siguiente, hubo estruendo de baúles descargados, oficiosa actividad de lacayos, rodar tumultuoso de carruajes en la calle y en el portal inmenso, desnudo, vacío.

Cada vez que la mejicana su atrevía á imitar las fiestas, los carruajes ó los vestidos de la princesa, ésta lamentaba que París no estuviese en Rusia, para llamar al general de la Policía y recordarle el respeto que debe guardarse á las castas superiores.

El tren que nos habia precedido hallábase detenido despues de tres horas porque la máquina se habia descarrilado. Los carruajes estaban en medio de la via y el paso del nuestro era imposible. Tres horas poco mas ó ménos sufrimos la inesperada detencion que el tren anterior nos originó: ninguna desgracia felizmente hubo de lamentarse.

Si una persona conocida se detenía a saludarlas, ellas, a tuertas o a derechas, y muchas veces las tres a un tiempo, se apresuraban a decir que habían salido a pie en vista de la hermosura de la tarde; y seguían mirando con nostalgia y despecho la larga fila de carruajes, experimentando la misma impresión de nuestros bíblicos padres ante las puertas del Paraíso cerradas para siempre.

Por el centro del paseo circulaban rápidamente algunos carruajes de caballos briosos y, siguiendo la línea de las sillas de hierro, se veían parados unos cuantos simones con el jamelgo caído el cuello y el cochero tumbado en el pescante deletreando El Cencerro.

El sentimiento monárquico tambien, ó al ménos su apariencia, se halla escrito por todas partes en Lóndres: aparte de los infinitos establecimientos nacionales, que allí se llaman reales, todos los carruajes públicos llevan una corona, y debajo escrito Victoria reina.

Burdeos puede considerarse como un gran pórtico que da entrada á Paris: la idea que su conjunto imprime en el ánimo, prepara y medio dibuja las colosales proporciones de la soberbia ciudad que se llama Paris. Diferentes empresas de carruajes hacen el servicio del interior de la ciudad. El afan con que yo deseaba llegar cuanto ántes á la capital de Francia, me hizo abandonar mas pronto á Burdeos.

La noche iba cayendo; los carruajes ya dejaban el Prado, y la muchedumbre que se apiñaba en el salón se había enrarecido bastante.