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No está trazado en línea recta como el de la Castellana, porque no tiene por objeto despertar en el vecindario ideas generales, sino que forma una curva graciosa y bastante prolongada, que se extiende desde la Casa de fieras hasta la estatua del Angel caído, en torno de la cual giran los carruajes al dar la vuelta; es un Luzbel doblado por el espinazo, el cuello descoyuntado y los músculos tendidos, que parece un artista ecuestre del circo de Price.

Pero los caballos, felices con pisar la hierba, corrían al galope, acercándose con velocidad pasmosa. En torno de él, como a unos cien metros, había algunos carruajes y gente a pie, formando círculo contemplativo.

Rosita, yo soy tu caballero; esta sombría alameda es el Prado de Madrid; ven, amada mía, enlaza tu brazo al mío, baja el largo encaje de tu mantilla sobre tus ojos, y ven a ver estos hermosos carruajes y estas magníficas libreas. Y después, este viejo claustro negro y silencioso, es el teatro. Ven al teatro, resplandeciente de oro, de cristales y de luz.

Entre los carruajes que velozmente y atronando las calles atravesaban el centro de la ciudad, pasó el cochecito de Cuadros, y tras él una carretela de alquiler en la que iban las de Pajares.

Las entradas y salidas que hemos visto y andado en estas sierras son innumerables, todas transitables con carruajes. Fuera de estos sitios tan anchos referidos, desde el Cerro de la Tinta hasta la de Cuello, son las sierras muy bajas: por la mayor parte de ellas se puede transitar á caballo, y dar vuelta á su cumbre, solo tal cual que abunda de peñazcos.

Pensaba la niña irse de paseo, ansiosa de ver jardines, arboledas, carruajes, gente elegante, y su peinadora le dijo que se fuera al Retiro, donde vería estas cosas, y todas las fieras del mundo, y además cisnes, que son, una comparanza, gansos de pescuezo largo.

Paris tiene muchos y buenos templos, admirables paseos, riqueza de monumentos y grandes edificios: plazas portentosas y barrios elegantes como ciudades: teatros, carruajes, animacion, bullicio, grandeza. Ese es Paris tal como yo le , verdadero, atolondrador, entusiasta, portentoso. No lo que he escrito porque lo hago sin órden. Apunto todo lo que mi memoria me va recordando.

Veía las mesitas de hierro de los cafés y confiterías de la Recoba , que dividía las plazas de la Victoria y 25 de Mayo que años más tarde demolió el intendente Alvear, rodeadas por borrachines paquetes , por otros ya transformados en verdaderos descamisados o que estaban por serlo, por soldados y marineros barajados con clases , oficiales y hasta jefes, y en las calles laterales y en las veredas, hombres cargados con canastas, que anunciaban en todos los tonos las más variadas mercancías, gentes apuradas, que se llevaban por delante unas a otras; carruajes, carros, tramways, y más lejos, allá abajo, en el puerto, máquinas de tren que cruzaban, vapores que silbaban, changadores que corrían, carros que andaban entre el agua como en tierra, y sirviendo de fondo a la escena el río imponente con su festón de lavanderas en el primer plano, y en lontananza un bosque impenetrable de mástiles y chimeneas.

Era por dentro la casa blanca, como por fuera, y toda ella, salvo el colgadizo, tenía el piso cubierto por una alfombra espesa como de un negro dorado, que no llegaba nunca a negro, con dibujos menudos y fantásticos, de los que el del ancho borde no era el menos rico, rescatando la gravedad y monotonía que le hubiera venido sin ellos de aquella masa de color oscuro. ¡Gentes, carruajes, caballos!

Pero cuando estuviésemos casados, ya sería otra cosa; entonces todos los besos que se me antojaran, aunque sospechaba que no se los pediría con tanto ardor como ahora. Estábamos próximos ya á su casa. Los carruajes de la gente que volvía de las tertulias, al cruzar á nuestro lado, apagaban la voz de Teresa y le obligaban á esforzarla un poco.