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El miedo a perder la carga les aterraba. ¡Perder la carga! ¡el único medio de existencia, el capital de su industria! ¡Verse de golpe sin las ganancias acumuladas en fuerza de exponer su vida noches y noches; tener que pedir prestado otra vez y empezar de nuevo la pelea para pagar al prestamista, cercenando su pan y el de los pequeños!...

Desde ese día comenzó su vida de miseria, pues desde entonces llevaba un yugo tan pesado, que sus mismos hombros de gigante amenazaban romperse bajo la carga: todo lo que conseguía ganar con sus manos encallecidas, todo lo que ahorraba en sus gastos personales, desaparecía absorbido por las reclamaciones de los suyos.

Mi carga es más ligera que la tuya, porque yo también llevaré siempre tu anillo, y tu corazón estará eternamente junto al mío; pero jamás habrá en mis labios otro beso que el tuyo. ¡Dios te fuerza y consuelo, alma mía! Llegó a nuestros oídos un canto solemne. Eran las preces que elevaban los sacerdotes en la capilla por las almas de los muertos.

Los años por venir se sucederían unos á otros, y ella tendría que continuar sobrellevando la misma carga, sin poder jamás arrojarla; pues la sucesión de días y de años no haría más que acumular miseria sobre ignominia.

Eva estaba radiante; sus ojos brillantes y su color animado expresaban el placer que le causaba la conversación. Así fue que cuando el conde volvió a la carga renovando sus instancias para hacerla decidirse a hacer compañía a la juventud, la joven rehusó con viveza y le envió bastante bruscamente a sus ojeadores, que ya estaban haciendo ruido. ¡Qué diablo!

Acaso esta ridícula flaqueza es una de nuestras propensiones mas funestas; porque ¿donde hay mayor necedad que empeñarse en llevar continuamente encima una carga que siempre anhela uno por tirar al suelo; horrorizarse de su exîstencia, y querer exîstir; halagar en fin la víbora que nos está royendo, hasta que nos haya comido las entrañas y el corazon?

Roger vino á Mesina, donde el Rey estaba, poco después de concluido su casamiento con Leonor hija de Cárlos; y acabadas las fiestas y regocijos de las bodas, hablando en secreto con el Rey, le dijo, como los Catalanes y Aragoneses se querian salir de Sicilia, y pasar á Levante, no tanto por el beneficio comun de todos ellos, como por la quietud y provecho que le resultaría si le dejaban un Reino tan trabajado por las guerras pasadas libre de carga tan molesta y pesada, como eran ellos en tiempos de paz: que sus personas las tendria siempre á su devocion, y que cuando importase, le vendrían á servir de los últimos fines de la tierra; pero que por entónces le suplicaban facilitase su jornada, y les ayudase con su autoridad y fuerzas; paga bien merecida á sus servicios.

Así es que mantener a su pastor es una carga demasiado pesada para ellos; y aunque yo procuro aligerarla lo más que me es posible, no alcanzan a darme todo lo que quisieran, aunque por mi parte tengo todo lo que necesito y aun me sobra.

El tranvía, inmóvil, pedía con estridente toque de corneta paso franco, mientras un grupo de desocupados rodeaba al caballo de un vehículo, caído en mitad de la vía, bajo el peso de su carga y de sus largos servicios; entre el vigilante, el carrero y el mayoral, había ruda porfía a quién gastaba más ajos y cebollas, para dejar bien sentado su derecho y su cultura: el vigilante, un chinazo de pera, los ojos atravesados, el kepis sobre la oreja, usando de malos modos y peores palabras; el carrero, un criollo pura sangre, de chambergo ladeado y pañuelo al cuello, y el mayoral, un compadrito de melena, dandy echado a perder, contoneando las caderas a compás.

Nueve veces, señora respondió tétrica, sepulcralmente, la Esfinge ; nueve... ¡nueve mil puñaladas! Para las últimas, no había en el corazón un sitio sin una herida ensangrentada. Ya no le parecía a la marquesa tan fea ni tan extraña aquella mujer. La carga de tales y de tantos dolores lo justificaba todo a sus ojos.