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Señor presidente manifestó el abogado de Obdulia, la acusación se adhiere a esta petición de la defensa, pero solicita que este careo se efectúe después que la querellante haya declarado. Así lo dispuso la presidencia. El acusador repreguntó a D.ª Josefa: ¿Es cierto que la testigo miraba con malos ojos a mi defendida, por suponer que la sustraía una parte del cariño o la estimación de su amo?...

Pero nada en su expresión revelaba, al anuncio del careo a que iba a ser sometido, que la prueba le pareciera temible.

A todas las preguntas que le hicieron, tanto el presidente como los letrados, respondió con admirable serenidad y viveza. Ni un momento le faltó su imaginación. El defensor del P. Gil propuso al fin el careo con D.ª Josefa. Entró ésta de nuevo y clavó una mirada iracunda en Obdulia, la cual le pagó con otra de afectado desprecio.

¡La verdad!... Si esta era la verdad verdadera, ¿cómo saberlo? Puesto que la Natzichet quería salvar al Príncipe, ¿no habría hecho, después de que éste se hubiese confesado en realidad culpable, lo mismo que hizo al oír el relato capcioso del juez? ¡Y entonces, acusándose uno y otro, la confesión habría sido mayor! O ¡quién sabe si el careo habría sido fructuoso! Pero ya los careos eran inútiles.

En el careo les había descubierto algunas contradicciones: mientras la Natzichet aseguraba que en el punto culminante de su explicación con la Condesa, oyendo la voz conturbada del Príncipe que llamaba, había disparado el tiro, temerosa de que al aparecer él ya no se le hubiera presentado otra oportunidad de deshacerse de su rival, el Príncipe afirmaba, por el contrario, haber acudido al oír el tiro desde lejos.

Allí estaban los polvos de arroz.... Ahora lo comprendía todo; su mujer se estaba burlando de él. Sabía de sus amores, y aquella ida inopinada al teatro era un careo... , un careo de los criminales. Porque él era un criminal, claro. No importaba; sucediera lo que sucediera, había que defenderse como gato panza arriba.

D.ª Josefa relató exactamente la escena ya conocida, sin omitir los insultos que dirigió a la joven. Como esta versión dijo el defensor no concuerda con lo manifestado por la querellante en el sumario, de no haber hablado con mi defendido desde su regreso de Palencia, pido un careo entre ambas.