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Recapacite usted en que, por mi influencia, hará rápidamente carrera y podrá llegar en menos de diez años... ¡Diez años! exclamé con una especie de terror. ¡Cómo! repuso el Duque asombrado. ¿Considera usted que es pagar demasiado caras la gloria y la fortuna? Vamos, joven, decídase, y pronto iremos a Versalles.

Con aquella sonrisa, que parecía la que les queda a algunas caras después que se han muerto, contestaba D. Evaristo mejor que con palabras. «¿Y a Nicolás le has echado otra chinitapreguntó ella después de una pausa, queriendo alegrar conversación tan lúgubre. No, porque no le he visto. Es el más bruto de los tres.

Llegué, y en la pequeña plazoleta que hay a la entrada de la iglesia, entonces convertida en Congreso, había, como de costumbre, gran gentío. Extendí con avidez la vista por la multitud de caras que allí se confundían, y no vi ninguna de las que buscaba.

No tuvieron tiempo más que para salvar corriendo la distancia que les separaba de un recodo que el camino hacía. Tomás apareció en seguida con el candil en la mano vomitando injurias. ¡Ah perra, perra! ¿Te has escapado con tu señorito, eh? ¡Ya volverás y nos veremos las caras!

¡Tanto tiempo sin vernos! exclamó Juan pasándole el brazo por la espalda. ¡Tenía que ser, tenía que ser! dijo ella inclinando su cabeza sobre el hombre de él . Es mi destino. ¡Qué guapa estás! ¡Cada día más hermosa! Para ti toda afirmó ella, poniendo toda su alma en una frase. Para toda dijo él, y las dos caras se estrujaron una contra otra . Y no me la merezco, no me la merezco.

Don Juan Manuel le interroga, y de tiempo en tiempo un relámpago les alumbra y se ven las caras lívidas. ¿Traes una carta? , señor. Ahora no puedo leerla... Dime qué desgracia es esa... ¿Ha muerto? No, señor. ¿Hace muchos días que está enferma? Lo de agora fué un repente... Mas dicen que todo este tiempo ya venía muy acabada.

Yo conversaba con Julia que había bailado de mala gana y ya no bailaba más, cuando entró en el salón tranquilo, con mucho desahogo, sonriente, con aquella expresión en la mirada de que se armaba como de una espada tendida, cada vez que se encontraba con caras nuevas, sobre todo de mujeres. Se acercó a Magdalena, le estrechó la mano y que se disculpaba por haber llegado tan tarde.

Si hablaba así, no era por ella, sino por las niñas, dos hijas suyas, muy monas, por cierto. Las niñas estaban comenzando su carrera teatral, y apenas si ponían en la compañía algo más que sus caras bonitas; pero la madre, entre bastidores, ponía el énfasis. ¡Pobrecitas! decía la buena señora . Hay una que habla algo; pero la otra no dice ni una palabra.

Diole mucho que cavilar la racional sospecha; vio las cosas con espíritu sereno y por todas sus caras a la luz de los antecedentes que tenía, y sacó en limpio que, saliera pez o rana en definitiva, era de necesidad, por de pronto, enterar a don Adrián del mal éxito de sus negociaciones, para que Leto, que se hallaría presente, lo tuviera entendido en la correspondiente proporción.

Indudablemente, yo he visto caras parecidas a la de este señor: caras con una nariz, caras con unos ojos, caras con unos bigotes... También he visto sombreros de jipi-japa semejantes a este sombrero de jipi-japa. Sin embargo, no caigo. No hay duda exclamo de que yo le conozco a usted; pero, así, de momento, no doy con el nombre... ¿De modo que no puede usted decirme quién soy yo? No, señor...