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Todos están igualmente lejanos de Timor para nosotros replicó Van-Stael. Yo creo que nuestra situación no es desesperada, Capitán, y que con un poco de valor lograremos salir de este trance. Por eso quería saber si estamos muy distantes de Dory. ¿Del puerto de Dory? preguntó el Capitán, en cuyos ojos brilló un relámpago de esperanza.

Decid más bien que ha muerto, repuso el capitán. Ambos se han hundido en las aguas como un plomo. No me pesa, dijo el barón; que si bien no he podido cumplir mi voto, el tal pirata se ha portado como valiente en la lucha, ha muerto como tal y hubiera sido lástima ahorcarlo cual si se tratara de uno de esos menguados que lo acompañaban.

Así se conservaba este tipo, íntegro en todos sus detalles, hasta que ascendía á capitán.

Pero son capaces de desembarcar y de seguirnos por los bosques dijo el Capitán . ¿Se les ve? dijo Hans, que se había abierto paso entre aquellas plantas, de las cuales se desprendían emanaciones pestilentes. ¿Qué hacen? Tratan de entrar en el río. Veamos. Van-Stael atravesó la espesura, y al llegar al extremo del islote se inclinó hacia adelante, cuidando de no descubrirse.

De los cinco vascos, cuatro éramos relativamente buenas personas; pero el teniente Ugarte, no. Este era endemoniado, malo, atrabiliario. El capitán Zaldumbide le conocía, y como mandaba en dueño absoluto y allí no se guardaban más jerarquías que la suya, nos dijo varias veces en vascuence delante del piloto: Este es un perro.

La misma Laura, que afirmaba haberlo conocido y tratado en casa de la tía Viviana, se prestaba a una broma que parecía inocente... El capitán Pérez era simpático, buen mozo, alegre, en fin, poseía numerosas condiciones que la buena voluntad pudiera suponer en cualquier sujeto militar joven... Tenía un brillante porvenir... Se había batido una vez en duelo... Y el capitán Pérez esto... y el capitán Pérez aquello...

El Capitán y Cornelio, asomados al mar por la banda de proa, mientras que Hans y el chino atendían a la vela, examinaban con atención las aguas para no chocar contra cualquier escollera que subiese hasta la superficie y que indudablemente habría destrozado a la débil embarcación. Tenían el atol como a un cable de distancia delante de ellos.

Los dos jóvenes, hijos de un valiente capitán, muerto en las costas de Borneo en un encuentro con los piratas del sultán de Varanni, aceptaron con entusiasmo la proposición de su tío, por más que no ignoraban los peligros de la pesca del trépang, no porque estos moluscos estén dotados de armas defensivas, sino por los parajes en que hay que pescarlos, poblados todos ellos de salvajes antropófagos.

Eso es lo que no podemos saber; pero me parece que el babirussa huyó hacia el Sur. Caminando, pues, hacia el Norte, nos cruzaremos, más o menos lejos, con el Capitán. ¿Y si está buscándonos y se ha dirigido al Oeste? En tal caso trataremos de llegar a la orilla del Durga. Sabemos que se dirige allí, y tendremos que encontrarle.

¿Quién habla de eso, hijo mío? dijo el capitán persignándose ; soy demasiado buen cristiano, aprecio demasiado la salvación del cuerpo y del alma de mis marineros para exponerlos así. En hora buena, capitán, eso es; cuide sobre todo de la salvación del cuerpo, ¿entiende usted? del cuerpo de sus marinos, es lo más importante dijo Santiago un poco más tranquilo.