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Y reía, con lástima cariñosa, de su querido Planeta, al que consideraba en eterna infancia, como un niño revoltoso que había que dejar en libertad. Aresti le examinaba con no menos cariño. Capi, pues tampoco estás muy joven que digamos. Te probaba más el mar.

Aquella oficina era lo único accesible del edificio, donde se podía entrar á la buena de Dios, sin miedo á esperar ni á porteros inflexibles. ¿Está el Capi?... preguntó Aresti á los escribientes que trabajaban tras un atajadizo de cristales. ¡Pasa, Planeta, pasa! gritó alguien tras una puerta del fondo del corredor.

Y Aresti entró, al mismo tiempo que el capitán, el Capi como le llamaba Aresti, abandonaba su escritorio avanzando hacia él con los brazos abiertos. Te he conocido con sólo oírte, Luisillo dijo Iriondo con su voz bronca y discordante de hombre enronquecido por la continua humedad y obligado á hacerse oír entre los mugidos del viento y de las olas. ¡Ay, Planeta!... Te encuentro algo aviejado.

Tal vez por no contrariar á su mujer. Puede que algunas veces haya tenido el llamamiento en la punta de la lengua y no se atreva... Ya sabes que el Capi es muy franco. Allí no te quieren: te tienen miedo. Hasta creo que el oficioso Urquiola ha metido en la casa á un médico de su cuerda. Pero el pobre Pepe piensa en .

Avise usted por teléfono que luego iré.... No, diga usted que no voy, que no me esperen á comer. Iré á la noche. ¿Pero, qué hace usted ahí parado, mirándome como un bobo?... ¡Eh, alto! no se vaya usted tan pronto. A ver, ¡que suba el Capi! Llame usted á don Matías. ¡En seguida; listo!... Goicochea salió del despacho temblando, al pensar en el día que le esperaba.

El doctor recordaba los principales detalles de su vida, que muchas veces había contado el Capi de sobremesa en casa de Sánchez Morueta, con su sencillez de hombre franco y comedido al mismo tiempo, sin parar atención en el entrecejo de la señora que temía á cada instante extralimitaciones en el relato.

Su debilidad eres ... y Fernandito, ese ingenierete tan simpático que tiene en los altos hornos. ¡Las veces que Pepe te recuerda! Un día, hablando de y de tus planetadas, le decir. «Ese chico, ese chico debía estar á mi lado». Oye Capi; ¿y cómo anda mi prima, la santa doña Cristina? ¿ha metido ya alguna comunidad de frailes en el hotel de Las Arenas?

No niegues. ¡Si lo todo!... Vaya por descubierta, para que seas franco conmigo. La semana pasada me lo dijo el Capi cuando vino á cazar chimbos á la montaña. Ya sabes que él es hombre que calla y lo ve todo. Nada se le escapa de lo que ocurre en casa de Pepe. Conque dime, ¿cuándo piensas ser mi sobrino? Sanabre se entregó: con aquel hombre no valían disimulos.