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Innumerables retratos del diestro, de pie, sentado, con la capa tendida o entrando a matar, atestiguaban el cuidado con que los periódicos reproducían los gestos y diversas actitudes del grande hombre. Sobre la puerta veíase un retrato de Carmen puesta de mantilla blanca, que hacía resaltar más aún la negrura de sus ojos, y con un golpe de claveles en la obscura cabellera.

Miquis estaba alegre como un niño, porque también en él, parroquiano constante del Retiro, hacía sentir su influjo la vegetación nueva de Primavera, los juegos del sol entre las ramas, el meneo de las hojas acariciándose, y aquel ambiente, compuesto de frescura y tibieza, que al mismo tiempo atemperaba el cuerpo y el alma. La capa le daba calor. Se la quitó arrojándola por tierra.

No hizo ninguna observación a propósito de la chimenea, en la que se veía una capa de polvo que databa de la víspera, y soportó heroicamente el pescado quemado que Celestina nos sirvió para castigarnos, por tener secretos para ella. Parece que el padre Tomás está encantado por la felicidad de la abuela, aunque no comprende muy bien las causas de mi repentino cambio de parecer.

Con la boca estremecida aún sobre el rostro de la doncella, pensó de repente que estaba con la capa y la toca del muerto; que llevaba sobre el rostro una máscara; que Beatriz creía hallarse en brazos de Gonzalo, y, en fin, ¡que aquel beso era el beso de otro, el triunfo de otro, la caricia suprema destinada a otro labio, a otro hombre!

Volvieron á marchar por las calles solitarias ó á lo largo de los jardines públicos, cerrados á estas horas. Ella echaba su busto atrás, con la capa abierta, abandonándose sobre un brazo que sostenía su talle, ofreciendo la garganta en tensión, la barbilla prominente, el rostro casi horizontal, á una lluvia de besos.

Los primeros tienen capa o capote, aunque haga calor; echarpe al cuello y gorro griego o gorra si son hombres: si son mujeres gorro o papalina, y un enorme ridículo; allí va el pañuelo, el abanico, el dinero, el pasaporte, el vaso de camino, las llaves, ¡qué más yo! Los acompañantes, portadores de menos aparato, se presentan vestidos de ciudad, a la ligera.

Prometía la capa el torerillo con generosa arrogancia. Los toreros todos son ricos.

Por esto no podía evitar cierto gesto de superioridad desdeñosa cuando, revestido de la capa pluvial y empuñando la vara de plata, se acercaban a hablarle los curas de los pueblos de paso por la Primada.

Debía pasar gran parte del año lejos de sus naranjos, pensando melancólicamente en el ambiente tibio y perfumado de los huertos, mientras se subía el cuello del gabán o se envolvía en la capa, saltando de un golpe del ardor de los caloríferos del Congreso al frío seco y cruel del invierno en las calles de Madrid. Nada notable había ocurrido para él durante aquellos ocho años.

Su voz había adquirido un timbre siniestro, lúgubre que hacía estremecerse al estudiante. Llamado por los vicios de los que las gobiernan, he vuelto á estas islas y, bajo la capa del comerciante, he recorrido los pueblos.