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No se cansaron de admirar su complicado rodaje, la singular precisión de sus movimientos, y la pasmosa velocidad con que imprimía el periódico, pues no bajaban de doscientos los ejemplares que dejaba enteramente concluídos en una hora.

El entusiasmo que la joven sentía era como los encantos de una moda que empieza. Iban, pues, los dos amantes, como he dicho, por aquellos altozanos de Vallehermoso, ya entre tejares, ya por veredas trazadas en un campo de cebada, y al fin se cansaron de tanta charla religiosa. A Rubín se le acabó su saber de liturgia, y a Fortunata le empezaba a molestar un pie, a causa de la apretura de la bota.

Por ese lado se explica también que, entre las tres cómplices de estas fechorías, fuera ella la que se cansó primero, o, mejor dicho, la única que se cansó; porque las otras dos no se cansaron pizca: al contrario, deshecha la mancomunidad que sostenía a las tres en cierto orden de equilibrio, cayeron Sagrario y Leticia, por su propio peso, despeñadas hasta lo más hondo, aunque cada cual a su manera: Sagrario fue siempre la mujer de los caprichos estrepitosos; Leticia el modelo de las caprichosas solapadas y de las amigas temibles.

Pero se cansaron pronto. En los siguientes los dejaron solos, viniendo la madre de vez en cuando a echar una ojeada al retrato y a decir dos palabritas de cortesía. En aquellos quince días que la pintura del retrato duró, la intimidad entre el Duque y la hermosa joven creció extremadamente. El magnate había condescendido hasta contarle mucha parte de su historia privada.

Los Catalanes, y Aragoneses ya firmes y seguros en las Provincias de Athenas, y Beocia, gobernaronse algun tiempo por Roger Deslau, como arriba diximos, pero poco despues, ó por muerte de Roger, porque se cansaron de su gobierno, y le arrimaron, enviaron embaxadores al rey Don Fadrique, á quien amaban de corazon, por mas agravios y menos precios que de él hubiesen recibido, y le suplicaron fuese servido de darles Príncipe y Señor que les gobernase.

Es este precioso signo del comercio más grato a la codicia de los hombres que lo fue el maná al paladar de los israelitas, porque al fin éstos se cansaron de él, y el dinero a nadie ha cansado hasta ahora.

Hacía años, un comandante retirado había querido ganarse la vida dando lecciones de sable: el Marquesito, Orgaz hijo y padre, Ronzal y otros varios comenzaron con gran afición a dejarse dar de palos, pero pronto se cansaron y el comandante tuvo que dedicarse a pedir un duro prestado a cualquiera.

Zarapicos fue durante algún tiempo lazarillo de un ciego; Gonzalete sirvió a una mujer que, al pedir en la puerta de la iglesia, le presentaba como hijo. Uno y otro se cansaron de aquella vida mercenaria y poco independiente, y ansiosos de libertad se lanzaron a trabajar por su cuenta. Entonces se conocieron, y entablaron cariñosa amistad.

Don Policarpo no se dejaba convencer ni intimidar fácilmente, pero todos se cansaron de chillar y se pusieron roncos, terminando por cansancio una disputa en que los extremos se habían tocado y en que la impiedad atea había estado de acuerdo con el más fervoroso catolicismo. Hubo un entreacto: un rato no corto de sosiego.

Pronto se cansaron los pasajeros de contemplar la cortina de bruma. Muchos creían ver en su densa superficie bultos negros que surgían de pronto y se agrandaban, siluetas de buques viniendo sobre ellos a todo vapor. Acabaron por resignarse, mostrando un valor fatalista; lo que hubiese de ocurrir era inevitable.