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Tan luego se pone el caimán en movimiento, entran en juego las cañas; y si anda, malo, y si nada, peor, puesto que, la condición fibrosa de la caña hace imposible su rotura, y en la faena que el carnicero lagarto emplea para desprenderse de aquel enemigo, concluye por rendirle el cansancio y la fatiga.

«Tenía ideas puras, nobles, elevadas y hasta poéticas». No se teñía las canas, era sencillo, aunque en el lenguaje algo declamador y altisonante. Este vicio lo debía a los muchos versos de Lope y Calderón que sabía de memoria; le costaba trabajo no hablar como Sancho Ortiz o don Gutierre Alfonso.

En las cunetas del camino, junto a los montones de guijo y pedernal recién labrado, se arraigan los punzantes cardos, y rastreando entre los trigos, hurtando fuerza a las cañas y peso a las espigas, se extienden las tenaces gramas.

Disen, don Alfredo, que es magnífica la enstalasión que el munisipio de Sevilla ha dadicado an la asposisión da Barselona a las cañas da mansanilla. Supongo que no dajarán ustedes de mandar alguna bailaora... Y qué tal, don Alfredo, ¿no ha venido todavía ningún inglés que compre la Giralda?

Le confieso, gentleman, que me turba ver su rostro de tan cerca. Me infunde espanto. Además, su fealdad aumenta por horas; las cañas de hierro que surgen de su piel son cada vez más grandes y rígidas. Habrá que ver cómo los barberos de la capital pueden suprimir esta vegetación horrible.

El capitán del primer Almirante, el socio de Vicente Pinzón, el compañero de Juan de la Cosa, el jefe de Américo Vespucio, veíase cada vez más olvidado. Era un desconocido para aquellos mozos que llegaban de España, pasando junto a él sin reconocer sus canas y sus méritos.

Amigos somos desde que ni ni yo levantábamos una vara del suelo y nos metíamos en los zarzales buscando nidos y cortábamos cañas de saúco para hacer tira-tacos mientras nuestros padres aserraban algún haya para hacer madreñas. Que lo eres nuestro tampoco hay que dudarlo. Sólo á los amigos se les recibe y se les convida del modo que acabas de hacerlo.

Viajero, que con anhelos de poder llorar a solas Te encaminas de las selvas a las partes resguardadas, Llora, llora con el ritmo de las cañas majestuosas Bajo pálios florecidos de vegetación malaya. Cuántas veces he cruzado los caminos empolvados Con el sol que descendió como un manto a mis espaldas, Y he buscado la frescura de sus ramas temblorosas, Cual oásis en desierto la sedienta caravana.

35 En derredor [tendrá] dieciocho mil [cañas]. Y el nombre de la ciudad desde aquel día será EL SE

Atendería igualmente al aumento y buen estado de algodonales y cañas de azúcar, así para lograr las abundantes cosechas como para aumentar las fincas y sus valores. Pueden también emprenderse otras muchas faenas en los pueblos, y los factores no se descuidarían en aprovecharse de las proporciones del país.