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De este mismo manuscrito copio algunas otras noticias: «Madrid á 9 de Octubre 1599. SS. MM. llegaron á Zaragoza á los 11 del pasado. Hubo fiesta de toros y juego de cañas, y el día San Mateo un torneo de á caballo en una plaza que llaman de Nuestra Señora, donde se hizo una montaña con ciertos repartimientos, que se representan en ella autos y otras invenciones. Valladolid á 9 de Febrero 1602.

¿Cómo a techo?... , Fermín, no se asuste usted. A techo... en la casa del leñador que usted no conoce; es una cabaña rústica, que el Marqués se hizo construir con cañas y césped allá arriba, en lo más espeso del monte.... El Magistral no quiso oír más. Salió con un paraguas bajo el brazo y dejó caer el otro a los pies de don Víctor.

Era imponente la fealdad de la bruja: tenía las cejas canas, y, de perfil, le sobresalían, como también las cerdas de un lunar; el fuego hacía resaltar la blancura del pelo, el color atezado del rostro, y el enorme bocio o papera que deformaba su garganta del modo más repulsivo.

Esto le cayó muy en gracia, porque traía él una sotana con canas, de puro vieja, y con tantas cascarrias, que para enterrarse no era menester más de estregársela encima; el manteo, podíanse con él estercolar dos heredades.

Usa un gorro colorado en la cabeza y un vestido casi igual al de su vecino el Tuerto. Tiene las greñas, las patillas y las cejas canas. No de cierto cómo tiene la cara, porque es hombre que la da raras veces, y no he podido vérsela á mi gusto.

Estos hoyos están cubiertos de vigas, árboles ó cañas entretejidas, sobre lo cual echan la tierra. Escogen una matrona antigua de cada tribu, para cuidar de sus sepulturas; por cuya razon se tiene este empleo en gran veneracion.

Yo ni quiero ni puedo hacerlo. Hasta Madrid, donde nos dejó, las canas de mi anciano padre imponían a nuestras relaciones un sello tan casto y tan dulce a la vez, que es fácil no vuelva a sentir felicidad tan pura como entonces.

¿Cómo bromas? gritó el médico . A fe de Somoza, que sin don Víctor ataca a mi primo Carraspique en broma, yo empuño la espada, le ataco en serio y las cañas se vuelven lanzas. Señores, aquella niña se pudre.... Se acabó la discusión, sin causa, o por causa de los vapores del vino, mejor dicho.

Y no es el menos notable un cesto, de paja y cáñamo entrelazados, donde hay tres paletas de madera muy dura, en que se frotaba la pastilla ó barra de tinta sólida, humedeciéndola, para que, desleída, sirviese. En cada paleta hay huecos en que se envainaban las cañas ó plumas, de las que se conservan tres.

De las tres pesetas que unos días con otros venía a sacar de su trabajo, entregaba una a la señora Angustias para el sostén de la casa y la familia, destinando las otras dos al entretenimiento de su persona y gastos de representación. Había que corresponder a las «finezas» de los amigos cuando convidan a unas cañas; y el vino andaluz, por lo mismo que es la gloria de Dios, cuesta caro.