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El paisano se dice: «Mi hijo ha de ser paisano como yo; poco importa que no aprenda a leer ni escribir, con tal que sepa ganar dinero y tenga fortunaAsí, léjos de enviarle a la escuela, le asocia á todos sus trabajos, le hace siervo del campo y del arado, y le trasmite rigorosamente sus preocupaciones y costumbres.

La cola no está bien sino para andar sobre limpias y mullidas alfombras, o sobre mármol bruñido y lustroso, o sobre preciosas y pulidas maderas, incrustadas en forma de primoroso mosaico. Para andar por las calles o por el campo, donde suele haber lodo y quién sabe cuántas cosas peores, toda mujer de gusto debe prescindir de la cola. Algunas, aunque son las menos, prescinden ya.

173 Después me contó un vecino que el campo se lo pidieron; la hacienda se la vendieron pa pagar arrendamientos, y qué yo cuantos cuentos; pero todo lo fundieron, 174 los pobrecitos muchachos, entre tantas afliciones, se conchabaron de piones; ¡mas qué iban a trabajar, si eran como los pichones sin acabar de emplumar!

Aquel fue un golpe terrible para Juan Claudio, Catalina, Materne, Jerónimo y para la sierra entera; mas el relato de estos acontecimientos no entra en el campo de nuestra historia, ya que otros han relatado tales cosas.

Elena se había puesto para la cena uno de sus trajes más vistosos, que hasta resultaba algo audaz allá en París. Los tres ingenieros guardaban aún sus ropas de campo y parecían cansadísimos del trabajo de la jornada. Robledo bostezó repetidas veces, haciendo esfuerzos para mantenerse despierto. El marqués se había adormecido en su silla, dando ligeras cabezadas.

La vehemencia con que hablaba de su agradecimiento no conmovía a doña Sol. ¿Y aquél era el famoso Plumitas?... Un pobre hombre, un buen conejo del campo, que todos miraban como lobo, engañados por la fama. Hay ricos muy malos prosiguió el bandido . ¡Lo que argunos jasen sufrí a los probes!... Serca de mi pueblo hay uno que da dinero a rédito y es más perverso que Judas.

De un salto puso recta su pesada y musculosa humanidad, y echó á correr sin aguardar más explicaciones. Su mujer vió cómo corría á campo traviesa hasta un cañar inmediato á las tierras malditas.

Había logrado resolver la dificultad muy sencillamente. En lugar de elegir entre tantos un asunto solo, y de pedir una sola cosa, era preferible pedirlas todas y algo más. Esto, sobre proporcionar mayores bienes a su país, abría más ancho campo a su fantasía.

Caminaron todavía algunos minutos por un espeso maizal que los ocultaba enteramente, y llegaron por fin á un sitio desde el cual vieron á corta distancia el campo donde se celebraba. Era un vasto prado de verde claro, todo circuído de avellanos. El espectáculo que ofrecía era á par sorprendente y deleitoso.

Los reconocedores del campo de los Catalanes una tarde descubrieron el de los Masagetas, y por los de la tierra se supo, que eran tres mil caballos, y seis mil infantes y el bagaje infinito por llevar sus familias y haciendas.